´Sarkozy: La gesticulación del gorila´, Lluís Uría

Cuando se siente desafiado, el gorila macho  se yergue sobre sus extremidades traseras, enseña su dentadura con expresión feroz y se golpea fuertemente el pecho, antes de cargar - o amagar una carga-contra su adversario. En estos lances, la sangre raramente llega al río. Lo más importante es la demostración de fuerza, la representación del poderío.

Desde que en 1993, siendo alcalde de Neuilly-sur-Seine, se bregara con el secuestro de 21 niños en una guardería de la ciudad por un loco peligroso apodado Human Bombygustara los réditos políticos del coraje y la firmeza, Nicolas Sarkozy ha acostumbrado a los franceses a periódicos golpes de pecho. Una práctica pulida y perfeccionada durante sus dos mandatos como ministro del Interior (2002-2004 y 2005-2007), y que ha seguido ejercitando desde el Elíseo. En cuanto van mal dadas, el presidente francés saca la porra.

El florilegio de medidas legislativas en materia de seguridad y lucha contra la delincuencia adoptadas en estos últimos años en Francia no tiene parangón en Europa: desde el 2005 se han aprobado no menos de una decena de reformas, la última de las cuales está ahora mismo en el Parlamento. La eficacia de algunas de estas iniciativas, adoptadas de prisa y corriendo normalmente después de algún suceso luctuoso, se ha revelado más que dudosa. Pero su mera enunciación ha bastado en general para revitalizar la imagen de Sarkozy. Un mago de la comunicación capaz de aparecer ante los ciudadanos como si sobre los problemas de inseguridad él no tuviera ninguna responsabilidad.

La crisis abierta entre París y Bruselas a raíz de la campaña de expulsión de gitanos rumanos y búlgaros - roms-de Francia desencadenada este verano, tiene su origen en una nueva - y particularmente fuerte-gesticulación del inquilino del Elíseo. Una enésima representación de mano dura cara a la galería, un golpe de efecto dirigido a la evanescente opinión pública interna, una argucia comunicativa - no por repetida menos eficaz-tendente a remontar una situación política catastrófica, jalonada por la crispación social causada por la reforma de las pensiones y el descrédito generado por el affaire Woerth-Bettencourt.

Dos graves incidentes registrados a principios de verano en Grenoble - con delincuentes de la banlieue enfrentándose a tiros a la policía-y en Saint-Aignan - donde un grupo de gitanos arrasó el pueblo en protesta por la muerte de uno de ellos en un control policial-ofrecieron a Sarkozy una fecha idónea para una nueva representación. Fue justamente en la capital alpina, el 30 de julio, donde el presidente lanzó su nueva declaración de guerra contra el crimen y la delincuencia. No era algo improvisado, sino fruto de una calculada estrategia con vistas a la reelección en 2012. Y que ya ha empezado a dar sus frutos: su popularidad ha remontado entre tres y cuatro puntos en sólo un mes.

El discurso de Grenoble fue más agresivo que nunca, más descaradamente populista que nunca. Sarkozy no dudó en coquetear con las tesis del ultraderechista Frente Nacional al vincular a extranjeros y delincuencia. Fue en este contexto que el presidente lanzó la campaña contra los roms,como quedó después acreditado en la controvertida circular del Ministerio del Interior del 5 de agosto.

Que el ingreso de Rumanía y Bulgaria en la UE ha creado un problema en toda Europa con la afluencia incontrolada de roms,algunos de ellos dedicados profesionalmente a la mendicidad organizada y los pequeños hurtos, es evidente. Francia no es el único país que lo sufre, ni el único que evacua los campamentos ilegales y expulsa a los gitanos en situación irregular. De hecho, el año pasado ya repatrió a cerca de 10.000... sin hacer ruido. Billete de avión pagado, 300 euros por adulto y 100 por niño, los roms regresan a su país pensando en volver. Nada lo impide. Y, en la práctica, dos tercios de los expulsados acaban retornando. Poco que ver con las deportaciones nazis evocadas alegremente por la comisaria Viviane Reding.

En cierto modo, es una reedición del manoseado efecto anuncio.Mucho ruido y pocas nueces. Lo nuevo, lo diferente, lo grave en este caso no es tanto la repatriación de los gitanos como su señalamiento público, su estigmatización colectiva. A Sarkozy, esta grosera maniobra puede acabar dándole rédito entre las clases populares - las más tentadas de votar a Le Pen-,pero habrá sido a costa de emponzoñar el clima político con un ambiente xenófobo. Yde sacrificar su liderazgo europeo y la imagen internacional de Francia.

17-IX-10, Lluís Uría, lavanguardia