´Los gitanos´, José Antich

La historia del pueblo gitano en Europa es un relato de persecución y rechazo, y no admitirlo sería absurdo. Está tan impregnada nuestra propia cultura de esta dinámica, que incluso ha quedado incrustada en el lenguaje, en expresiones que nos deberían provocar rubor y vergüenza y que, sin embargo, acostumbramos a oír sin inmutarnos. Hace un par de años mantuve una interesante conversación al respecto con un gitano húngaro. Era un hábil pianista que trabajaba en el bar de un hermoso hotel austriaco a orillas del Danubio. Aquel hombre culto y amable se quejaba del racismo que había tenido que soportar en su país y en numerosos rincones de Europa y se felicitaba por la forma como en España se había conseguido acoger e incorporar a los gitanos. Me sorprendió oír aquello, recordando las numerosas ocasiones en que me habían repugnado las muestras de rechazo que he observado en España. Y, sin embargo, al contemplar lo que está ocurriendo en Francia, he comprendido lo que aquel pianista intentaba explicarme. ¿Puede admitir y soportar Europa que un colectivo sea expulsado de uno de sus estados miembros tan sólo en función de su etnia? No me negarán que el simple enunciado es terrible y doloroso. ¿Puede Europa aceptar que un gobierno manipule y banalice un discurso de rechazo de este calibre? ¿Hasta dónde llegará el Gobierno francés, que lógicamente recibirá los cotizados réditos electorales que persigue en momentos de crisis, pero a costa de avalar unas tesis incendiarias? ¿Qué Europa es esta que es incapaz de acoger a un colectivo con raíces tan profundas? ¿Es que no hemos aprendido nada?

17-IX-10, José Antich, director lavanguardia