´Expulsar a los científicos´, Francesc-Marc Álvaro

Sin una apuesta por el conocimiento de vanguardia, cualquier sociedad acaba quedando atrás y perdiendo capital humano. A pesar de ello y a pesar de que, sobre el papel, todos los dirigentes políticos asumen que no hay futuro sin invertir en investigación, la realidad es descorazonadora. La ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia, ya ha hecho saber que su departamento acusará recortes "muy importantes" en los presupuestos generales del Estado del 2011. Llueve sobre mojado porque el año pasado hubo una caída del 8,75% en las inversiones destinadas directamente a investigación. Los científicos, a diferencia de otros colectivos profesionales, no meten mucho ruido cuando están enfadados, pero el descontento del sector por el incumplimiento de las promesas de Zapatero es más que considerable. Recordemos que toda la llamada "economía sostenible" publicitada por el Gobierno central debía basarse en una potenciación de políticas serias de I+ D+ i.

La ciencia debería ser un capítulo blindado, sobre todo cuando el argumento de la crisis ordena tijeretazos en todos los ministerios. Porque del conocimiento excelente depende todo lo demás: la riqueza, el bienestar, la confianza, la calidad y la potencia de una sociedad. Pero no es así. Lo peor de todo es que esta falta de inversiones conlleva la expulsión de no pocos científicos, que deben buscarse la vida en otras latitudes. De esta forma, perdemos lo mejor que tenemos, hombres y mujeres jóvenes que han salido de nuestras universidades, que han realizado estadías en el extranjero, que han sido becados y que, finalmente, no pueden aplicar su saber y su vocación a nuestra sociedad. Que la España democrática no haya hecho mayores esfuerzos para poner fin a este exilio profesional es un fracaso de dimensiones tremendas, aunque sea un goteo invisible que sólo conocen los directamente implicados. Un fracaso yun escándalo que no parecen importar a nadie. Si yo fuera un joven científico sin lugar para desarrollar mi tarea aquí, pensaría que el absurdo mueve las decisiones políticas: lo que se ha invertido en su formación no se corresponde con lo que luego se destina para que ese investigador se quede.

Junto con la renovación de la administración de justicia, la ciencia oficial sigue siendo la tarea siempre postergada. He aquí dos agujeros negros que nos chupan energías y nos frenan. Nos han repetido, a propósito de la crisis que estamos atravesando, que el ladrillo y el turismo ya no volverán a ser lo que eran. Nos repiten que debemos espabilar y crear actividades nuevas, de valor añadido, que nos permitan prosperar en el mundo global, más allá de los éxitos de la selección de fútbol. El gobernante español, encerrado en sus afanes a corto plazo, sigue pensando que la ciencia puede esperar a pasado mañana. Pero el mañana nos está pasando por encima a lo bestia.

17-IX-10, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia