ŽEl verano del descontento en YemenŽ, Fawaz A. Gerges

Resumen: "No hay noticias, buena noticia", es lo que dice una conocida frase francesa. Sin embargo, la ausencia de noticias de Yemen en los últimos meses no ha supuesto ninguna buena noticia, sino más bien todo lo contrario. Este verano hemos visto un crecimiento del movimiento secesionista en el sur del país, Al Qaeda se encuentra a la ofensiva y se ha producido un regreso esporádico a las hostilidades con los hutis del norte.

Tras la desarticulación de la trama terrorista de Detroit durante las pasadas Navidades, Yemen ya no ocupa los titulares en las capitales occidentales, pero el más pobre de los países árabes sigue presa de un torbellino social y político, al que se suman ahora las revueltas armadas. Mientras la atención del mundo se centra en la guerra en Afganistán, las inundaciones de Pakistán o el repliegue de las tropas de combate estadounidenses de Iraq, el verano en Yemen (sobre todo, durante los meses de junio y julio) ha sido excepcionalmente caliente y sangriento.

Un verano muy caliente.

Tras el final de la tregua establecida en febrero en el norte entre los rebeldes hutis por un lado y las tribus rivales y las fuerzas del Gobierno por otro, los combates se intensificaron durante el mes de julio y provocaron 70 muertos. Los hutis se apoderaron de dos posiciones militares estratégicas y, según informaron, capturaron a 200 soldados e hirieron a un destacado jefe tribal progubernamental que también es diputado del Parlamento yemení. Se trata de otro duro golpe contra la autoridad y la credibilidad del régimen del presidente Ali Abdulah Saleh.

A pesar de la campaña conjunta de las autoridades yemeníes y el ejército estadounidense para desmantelar la estructura yemení de Al Qaeda en la península Arábiga (AQAP), esta rama de la red terrorista ha llevado a cabo desde el mes de junio diversos ataques estratégicos contra instalaciones de seguridad en el sur del país y ha matado a casi cien personas y ha herido a otras muchas. Haciendo gala de sofisticación y atrevimiento operativo, la AQAP lanzó incursiones simultáneas y coordinadas contra una sede de la mujabarat (servicios de inteligencia yemeníes) y liberó a once personas; y también atacó dos comisarías en Zinjibar en las que murieron tres agentes.

Al Qaeda está a la ofensiva. En lo que supone un cambio en su táctica, la AQAP ha declarado una guerra total contra lo que llama "el gobierno del tirano" Saleh y sus soldados, que "aterrorizan a los musulmanes, apoyan la cruzada contra Yemen y son la primera línea defensiva línea del país". En una grabación de audio hecha pública en agosto, la AQAP también ha amenazado con derrocar a la monarquía saudí "por su participación en la cruzada contra el islam dirigida por Estados Unidos" y ha pedido a las fuerzas armadas saudíes que ataquen a Israel.

Lo que resulta alarmante de la osadía y el activismo crecientes de esta rama de Al Qaeda es su vinculación con la cada vez más profunda crisis política y social del país, con sus divisiones y el estancamiento de sus instituciones estatales. Por ejemplo, AQAP está manipulando y utilizando sus conexiones en el sur para introducirse en el creciente movimiento separatista de esa región. Esta estrategia tiene lugar en un momento crítico. En el sur, gana fuerza un movimiento secesionista, y un segmento considerable de la opinión pública meridional exige un divorcio de la unión impuesta por el norte a principios de la década de 1990.

Lo que ha intentado hacer Al Qaeda ha sido sumergirse e introducirse en los enconados conflictos locales, particularmente en el sur (sobre todo, en la provincia de Shabuah y la adyacente de Abyan), y posicionarse como la punta de lanza de la oposición y la resistencia armada contra el gobierno central en Saná. A finales de agosto, por ejemplo, las fuerzas gubernamentales combatieron contra elementos de la oposición y Al Qaeda para retomar el control de la ciudad de Loudar, en la provincia de Abyan, con el resultado de decenas de muertos por ambos bandos y el desplazamiento forzoso de miles de personas.

Las raíces socioeconómicas de la inestabilidad de Yemen.

Dejando de lado la lucha contra las revueltas políticas y armadas, pocos son los progresos alcanzados en los frentes social y económico. Menos del 10% de la ayuda prometida por los donantes regionales e internacionales ha sido hecho efectivo debido a la escasa capacidad de absorción del país y a la fatiga de los donantes; y, por ello, es constante el deterioro de la situación socioeconómica de la mayoría de la población yemení.

Es razonable sostener que el levantamiento político y armado es debido en buena medida a las quejas económicas, el desempleo masivo, la miseria, la caída de los ingresos petroleros, la corrupción generalizada, el insostenible consumo de agua y el desmoronamiento de las instituciones estatales. Al Qaeda ha encontrado un terreno fértil en el sur porque esa región está llena de jóvenes desempleados y furiosos.

Las estadísticas no reflejan la magnitud de la pobreza económica y social del país. Casi el 40% de los 23 millones de habitantes están desempleados. Más de un tercio de la población está subalimentado y casi la mitad vive en la más absoluta pobreza. Yemen, el pobre de los países árabes, posee una de los índices de fertilidad más elevados de la región, por encima del 3,7%. La enorme explosión demográfica del país significa que el 60% de la población tiene hoy menos de 20 años.

Un problema que se presenta en este sentido es que, mientras la población se ha incrementado a un ritmo muy elevado, los recursos han disminuido a un ritmo aún mayor. En los próximos años, el petróleo de Yemen - la mayor fuente de divisas-sólo alcanzará a cubrir las necesidades del consumo interno.

Es un Estado débil, pero tampoco es Somalia. Sin embargo, este escenario poco prometedor no significa que el régimen de Saleh esté a punto de derrumbarse ni que Yemen se esté desintegrando como Somalia. Lejos de ello - y a pesar de los enormes problemas del país-,un visitante frecuente de Yemen es capaz de reconocer que el Estado está muy arraigado en la vida cotidiana de las personas corrientes, ya sea en forma de empleo, subsistencia, sanidad, educación o patrocinio. Los servicios de seguridad, la base de la supervivencia del régimen de Saleh, proporcionan empleo y posición social a muchas tribus (por más que a cambio de exiguos salarios) y también un gobierno en la sombra; asimismo, refuerzan y profundizan la penetración del Estado en la sociedad.

No obstante, el Gobierno yemení se enfrenta a múltiples problemas estructurales, al tiempo que se debilitan o resquebrajan sus instituciones. La sombría convergencia de las condiciones socioeconómicas y unas líneas de falla políticas y tribales cada vez más profundas inciden negativamente sobre la capacidad del Estado yemení; también disminuyen su habilidad para impedir que los grupos centrífugos amenacen su integridad y su soberanía, lo cual constituye una receta segura para la inestabilidad permanente dentro y fuera de sus fronteras.

Dados esos problemas estructurales, el statu quo es insostenible. El movimiento secesionista del sur plantea una grave amenaza para el futuro del país y, a menos que se responda a las quejas legítimas de los meridionales, el sur intentará emprender un camino por su cuenta. Si eso ocurre, lo más probable es que estalle una guerra civil norte-sur.

Sólo cabe hacer frente a las actuales crisis estructurales de Yemen mediante un esfuerzo concertado y sostenido durante muchos años por parte de un gobierno de unidad nacional, un gobierno transparente y representativo que ponga fin a la corrupción generalizada, el despilfarro y el énfasis excesivo en la seguridad.

Los vecinos de Yemen en el Golfo, junto con la comunidad internacional, tienen un profundo interés en ayudar al país a superar sus múltiples problemas y conseguir que deje de ser una fuente potencial de inestabilidad regional y se convierta en un activo estratégico. El primer paso para poner en orden la casa yemení es reconstruir las maltrechas instituciones de la gobernanza política y económica, así como ampliar la base de conocimientos del país.

 22-IX-10, Fawaz A. Gerges, profesor de Política de Oriente Medio y Relaciones Internacionales en la Escuela de Economía y Ciencias Políticas de Londres (Universidad de Londres), lavanguardia