´Y ahora, las pensiones´, Germà Bel

El presidente del Gobierno se ha reunido en Nueva York con los mayores inversores internacionales (que durante un tiempo fueron denominados especuladores), cuyo papel es fundamental para canalizar financiación hacia España. El presidente ha hecho bien en sostener esa reunión, pues mejorar la confianza en la economía española ante tan selecto club puede ayudar a reducir el coste de la voluminosa financiación exterior que nuestra economía continúa necesitando. En la reunión ha ocupado un lugar central nuestra agenda de reformas: el ajuste fiscal, la reforma laboral… y parece llegado el momento de poner hilo en la aguja para la reforma de las pensiones, que no debería demorarse por más tiempo.

El problema central del sistema de pensiones es claro: los activos actuales financiamos las percepciones de los pensionistas actuales. Y tenemos la esperanza de que los activos futuros paguen nuestras pensiones futuras. Pero el ratio entre activos/ pensionistas es mucho mayor ahora que en el futuro, cuando los miembros de la generación del baby boom nos jubilemos. Los que tenemos entre 30 y 50 años somos muchos más que los pensionistas actuales y que los nacidos después de 1980, que deberían pagar nuestras pensiones. Además, gracias a tener mejor alimentación y sanidad viviremos más tiempo que nuestros padres. Por tanto, seremos más pensionistas durante más años.

El aumento de la productividad hubiese sido un buen contrapeso para estas tendencias demográficas, pero no lo hemos hecho suficientemente bien en los últimos años, por lo que el alivio es limitado. Algunos piensan que el problema puede afrontarse aumentando en el futuro los impuestos sobre los activos para recaudar más recursos para las pensiones. Creo que no comprenden bien el mundo que viene. En España tenemos una presión fiscal por debajo de la media europea, pero el esfuerzo fiscal individual es mayor, porque la presión fiscal se concentra sobre un porcentaje más reducido de la población. Aumentos excesivos del esfuerzo fiscal en un futuro de fronteras abiertas en Europa y competencias profesionales y lingüísticas más armónicas puede estimular la emigración de nuestros futuros activos, escapando de lo que podrían vivir como una explotación fiscal. Quizás no sean la mayoría los que emigren, pero sí podrían ser los más productivos. Toda una receta para la decadencia; algunos países - como Argentina-ya han perdido generaciones por motivos de este tipo.

Mejor evitarlo, cuando todavía estamos a tiempo. Aplicar desde ya reformas decididas - aunque de efectos graduales para que no tengan consecuencias traumáticas-es el camino adecuado para reconciliarnos con el futuro y para que las pensiones puedan seguir jugando un papel importante. No podemos evitar la realización de ajustes, pero todavía podemos decidir cómo vamos a distribuir los esfuerzos. No deberíamos renunciar ni por negligencia ni por miedo.

28-IX-10, Germà Bel, lavanguardia