´La república de las aceitunas´, Enric Juliana

Dice el último número de Newsweek que formamos parte de la región de las aceitunas en el nuevo atlas del mundo. El semanario estadounidense, hasta hace unos meses propiedad del Washington Post,acaba de publicar un sugerente informe del geógrafo y publicista Joel Kotkin, que se atreve a catalogar el desorden planetario en 17 entidades; unas de nuevo cuño, otras de vieja reverberación. España formaría parte de las Olive Republics,junto con Portugal, Italia, Eslovenia, Kosovo, Montenegro, Macedonia y Grecia.

Podría ser la obra de un cantamañanas con ganas de provocar, pero el currículo de Kotkin no parece el de un indocumentado. Profesor en California y Londres, autor de varios ensayos de prospectiva, ha colaborado en medios de comunicación influyentes (desde el liberal The New York Times hasta la muy conservadora cadena Fox), dirige una web relevante (Newgeography. com), y en los últimos meses ha polemizado con el ensayista Richard Florida a propósito del papel de las ciudades en el siglo XXI. El profesor Florida defiende la teoría de las ciudades creativas,áreas urbanas o corredores geográficos que emergerían por su capacidad de atraer a los profesionales con roles creativos en la nueva división internacional del trabajo. Bohemia, medio ambiente y alta tecnología. Publicados recientemente en España, los ensayos de Florida han llamado la atención en la Barcelona que cada mañana se pregunta ante el espejo cuál es su lugar en el mundo (la recogida de aceitunas, al parecer).

Kotkin no es un progresista. Con un ángulo de visión muy propio del añejo realismo norteamericano, sostiene que las ciudades creativas del optimista Florida acabarían convirtiéndose en capitales efímeras, temporalmente atractivas para turistas y nómadas ricos, cuya glamurosa y provisional hegemonía expulsaría a las clases medias tradicionales, sin las cuales no hay riqueza urbana.

La gracia del informe de Newsweek está en los nombres que el autor otorga a las 17 regiones planetarias. Cuadro de mando: la Alianza Norteamericana (Estados Unidos y Canadá); la Gran India; el Reino del Centro (China, Hong-Kong y Taiwán); la Nueva Hansa (Alemania, Holanda, Dinamarca, Noruega, Suecia y Finlandia, rememorando la Liga Hanseática que controló el comercio del Báltico durante la edad media); yun renacido Imperio Ruso (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y Armenia).

A continuación, un segundo nivel con poderes y vocaciones imperiales de desigual intensidad: Brasil; Japón y Corea del Sur; la Gran Arabia (con Egipto, Líbano, Jordania y los territorios palestinos); Iranistán (con Iraq y Siria); los Nuevos Otomanos (Turquía más una parte de Asia Central). Unas pocas ciudades estado muy influyentes: Londres, París, Singapur y Tel Aviv. El gigante latinoamericano escindido en dos bloques: los liberistas (Chile, Colombia, Costa Rica, México y Perú) y los bolivarianos (Venezuela, Argentina, Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Cuba). Una Áfricadividida en tres grandes segmentos poco comunicados entre sí: el Imperio Sudafricano, el Subsáhara depauperado y el Cinturón Magrebí. En el Extremo Oriente, el Cinturón de Caucho (Indonesia, Tailandia, Camboya, Vietnam, Laos, Malasia y Filipinas) y los Países Afortunados (Australia y Nueva Zelanda). Y una gran región gamberra para preocupación de todos: el Salvaje Este, con Afganistán, Pakistán, el Cáucaso desmandado y otros fragmentos fuera de control del Asia Central.

En Europa, mandaría la Nueva Hansa, flanqueada por un cinturón periférico de países tentados por una nueva tribalidad nacional, en el que Kotkin tiene el coraje de incluir a Inglaterra (sin Londres), junto con Irlanda, la escindida Bélgica, Hungría, Chequia, Rumanía, Polonia y las empobrecidas repúblicas del Báltico, ahora excluidas de la Liga Hanseática. En el sur de esta ruda periferia estarían los recogedores de aceitunas: portugueses, españoles, italianos, griegos y balcánicos ortodoxos y católicos, todos ellos endeudados hasta las cejas y con la población cada vez más envejecida. Glups.

¿Y Francia? El autor ubica a Francia en el grupo de los stand-alone, los solitarios y autónomos de fuerte perfil (Brasil y Japón reciben la misma consideración). Francia resiste el empuje cultural anglosajón, no cumple todos los requisitos para formar parte de la Nueva Hansa y sería un pecado desterrarla a los olivares del sur.

El informe Kotkin es muy discutible. Seguramente contiene inexactitudes y errores de apreciación. Quiere llamar la atención vistiendo de novedad la geopolítica pesimista de toda la vida. Pero es sugestivo. Muestra lo importante que es dar nombre a las cosas en una época de gran confusión. Demuestra la relevancia que vuelve a tener la geografía como instrumento para pensar el mundo. Mapas, mapas, mapas. Y nos vuelve a recordar, por si lo habíamos olvidado, que España está atravesando una gravísima crisis de prestigio en el mundo anglosajón. Podría ser imaginada en el interior de una Nueva Columbia transoceánica y la mandan a recoger aceitunas. Las agencias de relaciones públicas que el Gobierno acaba de contratar en Londres y Nueva York nos van a costar un dineral.

3-X-10, Enric Juliana, lavanguardia