´Zapatero y Europa´, Lluís Foix

Los presagios de la mala salud del euro que vienen de Estados Unidos y de Gran Bretaña son constantes. Wall Street no quiere ceder su protagonismo financiero a favor de una moneda que es común en 16 de los 27 estados de la Unión y que también es usada en otros cinco países europeos, tanto de forma pactada como no oficial y, por lo tanto, es de uso habitual de unos 327 millones de europeos. Casi 200 millones de personas alrededor del mundo usan monedas fijadas al euro.

Wall Street no lo quiere y la City de Londres tampoco está dispuesta a ceder más protagonismo al Banco Central Europeo con sede en Frankfurt. Las sacudidas de la crisis han hecho tambalear la moneda única europea, que arrancó en 1999 y que se ha convertido en una señal de identidad europea. Alemania y Francia saben que la salida de un solo país de la zona euro sería un regreso al nacionalismo económico con consecuencias inesperadas. Este miedo al precipicio económico explica el alto rescate pagado para evitar que los griegos quedaran fuera del sistema.

Pero la zona euro no es un club de cricket ni una asociación de amigos de la moneda única. O cada uno de los estados cumple los requisitos que se impusieron para el ingreso en la zona euro, siguiendo los criterios de convergencia fijados en Maastricht o, mucho me temo, entraremos en un periodo de nuevas y desagradables convulsiones.

Meha inquietado el análisis que formula Joseph Stiglitz, premio Nobel de Economía del 2001, en su último libro Freefall, en el que que vaticina que el recorte de gasto público en España conducirá, "sin ninguna duda, a provocar una nueva subida del paro". España, dice, podría entrar en una cierta espiral de la muerte como la que vivió Argentina hace unos diez años y de la que no salió hasta que abandonó su paridad con el dólar.

No quiero pensar en esta posibilidad que arrastraría también fuera del euro, por el momento, a Grecia, Irlanda y Portugal. Zapatero ha bebido el aceite de ricino que le han recetado desde Frankfurt con la pérdida de credibilidad y de prestigio al haber tenido que cambiar radicalmente de discurso en sólo tres meses.

Tenemos un serio problema si a pesar de las medidas impuestas por Europa el paro sigue aumentando y no se vislumbra el crecimiento económico. Es un problema que afecta también a toda Europa.

5-X-10, Lluís Foix, lavanguardia