´Las apariencias´, Florencio Domínguez

El acuerdo entre José Luis Rodríguez Zapatero e Iñigo Urkullu para transferir un paquete de competencias al País Vasco a cambio del apoyo del PNV en lo que queda de legislatura, empezando por los presupuestos, incurre en una doble anomalía democrática.

La primera reside en el hecho de que los asuntos de desarrollo estatutario se negocien como contrapartidas al apoyo parlamentario coyuntural que pueda recibir el Gobierno central y no como resultado de unas obligaciones institucionales que afectan a la representación del Estado y de la autonomía. La segunda es que en lugar de tratarse la cuestión de gobierno a gobierno se dilucide en una negociación con el partido de la oposición de la comunidad que va a recibir las transferencias. Esas anomalías hacen que ese modo de actuar no sea una práctica digna de ser destacada como modelo de comportamiento político, ni aunque se invoque que en el pasado se han hecho cosas parecidas.

Los socialistas vascos, después de haber sufrido el pasado año un primer feo por algo parecido, habían asumido de antemano que el acuerdo entre Zapatero y el PNV les iba a poner en evidencia y que nada podían hacer por evitarlo. En la obra de teatro les había tocado hacer el papel de marido consentido. Ante lo inevitable, en vez de quejarse en público y contribuir a multiplicar la imagen del despechado, han considerado que era más importante tratar de controlar las apariencias ante una realidad que no estaba en sus manos modelar.

Así, la reacción casi unánime en las filas del PSE ha sido transmitir la idea de que ellos también han participado en la gestión de esos acuerdos, unos acuerdos que, además, tendrá que materializar y gestionar el Ejecutivo de Patxi López y, por tanto, será un lehendakari socialista quien complete el desarrollo estatutario.

Han querido también celebrar los acuerdos diciendo que suponen un retorno del PNV a la vía estatutaria, después de la década soberanista de la época de Ibarretxe.

20-X-10, Florencio Domínguez, lavanguardia