´´¡Pisalo, pisalo!´´, Enric Bañeres

Pese a jugar menos de diez partidos por temporada desde que llegó al Barça en el 2007, el portero José Manuel Pinto se ha ganado un espacio en la prensa internacional, no por sus aceptables actuaciones, en las que suele cumplir con lo que de él se espera, sino por una acción casi surrealista. Pinto desbarató una ocasión manifiesta de gol del Copenhague al imitar el silbido del árbitro para confundir al delantero del equipo danés, quien se detuvo creyendo haber incurrido en un fuera de juego. Fue la habilidad de un pícaro, aplaudida por quienes dicen que el fútbol "es de listos" y por quienes creen que para ganar todo vale y no hay que andarse con escrúpulos: Pinto fue el espabilado y el delantero visitante una acémila.

Lo del portero suplente de Valdés se acepta como una pícara ocurrencia y hasta hace gracia en el fútbol español, que ya ha incorporado lo antideportivo de un modo natural, cuando no como un valor positivo. Fuertemente presionados por la exigencia de ganar, jugadores que ofrecen una impecable imagen fuera del campo se transforman en la competición, no se respetan entre ellos ni respetan al árbitro, fingen lesiones que no son tales, piden para los rivales sanciones por faltas inexistentes...

En la Liga española cada semana se duplican las tarjetas y las faltas cometidas (o simuladas) en comparación con la Premier y la Bundesliga. En la última jornada, la Liga superó en tarjetas (6,3 por partido más 3 rojas) incluso a la italiana, paradigma del antifútbol (5,9 y una roja), y duplicó a la Premier (2,8) y la Bundesliga (2,5), ambas sin tarjetas rojas. Los arbitrajes en Inglaterra son buenos y en Alemania modélicos, pero también lo es el comportamiento de los futbolistas y técnicos, en líneas generales.

Aquí son frecuentes las protestas tumultuarias, las tánganas, y los colegiados, intimidados y dolidos en su autoridad - único principio que consideran inviolable-,tratan de cortar la bronca con decisiones no siempre justas. ¿Y qué decir de las provocaciones, las trampas que los propios jugadores listos tienden a sus rivales tontos?

Tengo todavía en la retina y en los oídos la imagen y el sonido de San Mamés, gritando a coro "¡Tonto, tonto!" al barcelonista David Villa, porque había respondido instintivamente a la provocación reiterada del atlético Gurpegi, mientras la llamada catedral del fútbol abroncaba a Iniesta y le despidió con silbidos por creer que sobreactuó al sufrir una falta salvaje que supuso la expulsión del agresor.

En el apasionado mundo del fútbol español la paja siempre se ve en el ojo ajeno y tampoco el paso por la Liga de personajes como el argentino Carlos Salvador Bilardo ha contribuido a elevar el listón del fair play.Siendo entrenador del Sevilla, Bilardo reprendió violentamente al masajista de su equipo porque auxilió a un futbolista del equipo rival que sangraba, gritándole "¡al enemigo, ni agua!" y "¡pisalo, pisalo!". Frases celebradas que no pocos entrenadores y jugadores han incorporado a su vocabulario.

Lejos queda el Madrid-Sabadell de la Liga de 1969, cuando el ex azulgrana Pedro Zaballa, que jugaba en el equipo vallesano, con toda la portería para él, lanzó el balón fuera porque el portero madridista Junquera había sufrido un fuerte encontronazo con un defensa. La gesta mereció el premio al fair play de la Unesco y que se creara después el premio Pedro Zaballa al fair play,que, por ejemplo, en la edición del 2004 fue concedido al entonces presidente del Barça, Joan Laporta, por su decidida campaña para erradicar a los violentos del fútbol.

En la actualidad, la elegancia de Zaballa sería incomprensible y no faltarían quienes considerasen que perdonar ese gol era hacer el primo. Yo estaría seguramente en ese bando, porque ¿quién garantiza que el portero rival no estaría fingiendo, como es el pan nuestro de cada día…?

27-X-10, Enric Bañeres, lavanguardia