´Condición necesaria´, Miquel Roca Junyent

Día 15 de octubre -viernes- a las 13.30 horas. En la plaza Urquinaona, entre Roger de Llúria y Pau Claris, una pequeña manifestación de 31 personas ha invadido la calzada y ha interrumpido la circulación. Cinco agentes de la autoridad desvían la circulación para no disolver la manifestación. Centenares de personas quedan afectadas en su libertad de circulación, en su horario de trabajo, en sus obligaciones profesionales, por la decisión de 31 personas que han querido dejar constancia de su protesta, interrumpiendo la circulación.

Interrogados sobre dicha situación, los agentes reconocen que la manifestación no está autorizada, pero que en estos casos tienen instrucciones de no oponerse al curso de la manifestación para evitar incidentes. Es decir, que es irrelevante que centenares de ciudadanos vean alterada su vida si de lo que se trata es de evitar los incidentes que unos manifestantes no autorizados pueden causar.

¿Quién ha dado estas instrucciones? ¿Con qué fundamento? ¿A partir de qué razonamiento? ¿Qué derechos se protegen con este comportamiento? Es, simplemente, un despropósito. Por esta vía siempre tienen las de ganar los que no nos respetan los derechos de los demás; los incívicos saben que no serán sancionados, sino protegidos. Con ellos, nadie se atreve.

Una cosa así no pasa en ninguna otra ciudad de nuestro entorno europeo. Y no es un problema de orden público, es una cuestión de libertad. Convivir en libertad no quiere decir ocupar la vía pública cuando a uno le da la gana. Si esto se tolera y se ampara, ¿con qué fundamento se sanciona circular a velocidad no permitida? La autoridad que ampara lo no permitido queda deslegitimada para perseguirlo en otros casos. La libertad no es el resultado de la interpretación caprichosa de la autoridad; es un valor que se impone a la propia autoridad, obligada a garantizarla.

Los 31 manifestantes son una anécdota; los cinco agentes, también. La instrucción de la autoridad responsable es, por el contrario, un síntoma muy preocupante de la gran confusión imperante en los que todavía no han entendido que garantizar el civismo es la condición necesaria de la libertad. Y, a través de esta, del progreso y del bienestar colectivo.

19-X-10, Miquel Roca Junyent, lavanguardia