´El voto en blanco´, Norbert Bilbeny

ver también:
- que votar en blanco no sea dar un cheque en blanco

A veces nos preguntan: "¿A quién hay que votar?". Pero es obsceno decirle a alguien lo que tiene que votar. El Parlamento debe reflejar lo que realmente la gente piensa, esté equivocada o no. Lo cual no impide que se pueda criticar el resultado del voto. O la abstención.

Quizás haya tantas razones para votar a un partido como para no votarlo, lo mismo que para abstenerse o no. Pero cada vez oímos más decir: "¿Puedo votar en blanco? ¿Sirve de algo? ¿Beneficia acaso a los partidos más votados?". Como opinante y algo filósofo, creo que debo decir algo. Aunque hablar del voto en blanco es como mentar la soga en casa del ahorcado. Tema nefasto para unos, tabú para otros, y peligroso para quienes de una manera u otra son clientes de los políticos. Hay que recordar entonces que, sea oportuno o no, el voto en blanco es legal y legítimo. Y a veces recomendable para la salud democrática.

Un voto en blanco es o bien el sobre vacío o bien aquella papeleta cuya cabecera dice "Voto en blanco". Pero sólo esto último es computable y se traduce en escaños. Lo primero, no. No tiene eficacia. La papeleta del partido blanco consigue, si suma, asientos vacíos en las cámaras. Pero no para hacer política. El representante en blanco ha de ser consecuente con el significado del voto que representa y comprometerse, en su programa y durante la campaña, a no ocupar ningún escaño, no cobrar por tener el acta de diputado o diputada, y no beneficiarse de ningún privilegio por ser representante político. Tiene acta y escaño, si bien este permanece desocupado. El asiento está ahí, vacío, entre odiado y codiciado por el resto del hemiciclo, pero como visible señal de lo que piensa una parte de la ciudadanía. Es un voto de descontento, desde luego, pero también de protesta y aviso. Dice que algo no va bien y urge a corregirlo. Para las situaciones críticas, es un voto fertilizador de la democracia. Pudiendo no votar, o votar una lista extrema, de castigo, el votante en blanco decide en cambio participar y hacerlo de manera prudente. A su manera trata de mejorar la democracia.

Por definición, el voto en blanco no es un modo de votar permanente. Se prevé excepcional. Pero no es por ello testimonial. Puede ser útil. Al menos computa y habla más claro que la abstención, que no habla. No es un voto mudo, ni se puede decir que sea un voto freaky. Y si los partidos quieren impedir que prospere el voto en blanco, es muy fácil: deben hacerlo mejor, cambiar la ley electoral y permitir las listas abiertas.

28-X-10, Norbert Bilbeny, lavanguardia