´No puedo ir´, Cristina Sánchez Miret

Me hubiese gustado poder decidir si quería ir a la visita de Benedicto XVI de este domingo en Barcelona -creencias aparte, es un gran acontecimiento, aunque sólo se tenga en cuenta la escenografía-, pero no tengo libertad de elección porque el propio Papa y la Iglesia que representa me han excluido de ella.

Soy mujer y no puedo estar de acuerdo con un credo que postula que los hombres están más cerca de Dios o son mejores para representarlo que las mujeres. No creo en un Dios -sé que Dios no es así- que piense que las de mi sexo somos inferiores, imperfectas o cualquier otra cosa que nos haga estar supeditadas a los hombres.

Soy madre y no hay nada que me horrorice más que la pederastia -una lacra social mucho mas extendida y profunda de lo que queremos admitir-, y no puedo estar más en desacuerdo con la actitud y respuesta pública de la Iglesia ante los casos conocidos ocurridos en su seno.

Soy una mujer de ciencia y no puedo entender que todavía hoy en día no se recomiende el uso del preservativo o se hable en determinados términos de la homosexualidad.

Hay demasiadas cosas que no puedo entender y que van más allá de la mera contradicción entre lo que atañe a la fe y lo que atañe a la razón.

No sólo en esta fe -el caso del imán de la localidad de Cunit y muchos otros son un claro ejemplo de ello- se utiliza la religión para coartar la libertad de los individuos.

No estoy diciendo -nada más lejos de mi intención- que la Iglesia católica sea peor que las demás.

No es de ahora, es de siempre -pero parece que sólo seamos conscientes de ello cuando hablamos de otros tiempos o de otros lugares que no sean los nuestros- que la sociedad y los poderes democráticos que la representan admiten y toleran barbaridades -da igual una que demasiadas- en nombre de los muchos nombres que se le dan a Dios.

Es hora de cambiar esta realidad tanto desde dentro como desde fuera de la Iglesia.

Me gustó mucho una frase que le oí decir en un programa de la televisión a mossèn Ballarín: "Los curas deben preocuparse más de la gente y menos del Papa y los obispos".

7-XI-10, Cristina Sánchez Miret, socióloga, lavanguardia