“El escritor oculto“, Llątzer Moix

"Conciudadanos americanos, no os preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros, preguntaros qué podéis hacer vosotros por vuestro país. Conciudadanos del mundo, no os preguntéis qué hará América por vosotros, preguntaros qué podemos hacer juntos por la libertad…". Estas palabras, como el lector sabe, no son mías: las pronunció John F. Kennedy en 1961, cuando asumió la presidencia de Estados Unidos. Pero tampoco eran suyas: se las había escrito Ted Sorensen, fallecido el pasado domingo, autor de los más aplaudidos textos de Kennedy, desde una carta personal al soviético Nikita Jruschov en 1962, decisiva para evitar la guerra cuando la crisis de los misiles, hasta el reconciliatorio Ich bin ein Berliner dicho por Kennedy en Berlín en 1963.

Antaño se decía que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer. Esta cita cayó en desuso por sexista. Pero quizás podríamos parafrasearla y afirmar que detrás de todo gran hombre hay un gran escritor. En algún caso, como el de Churchill, va todo en el mismo paquete. Pero en el tándem Kennedy-Sorensen la propuesta de horizontes colectivos y de entusiasmo público se basa en dos patas: el carisma del líder y la inteligencia de su escritor. Por ello aprovecho esta nota para rendir tributo a Sorensen, calificado como "el más valioso y el menos visible" de los colaboradores presidenciales. Sin él, Kennedy hubiera perdido interés; y el mundo, esperanza.

La pregunta que viene a continuación es inevitable: ¿por qué no hay un gran escritor detrás de los grandes hombres españoles? Es obvio que no lo hay, porque los debates del Congreso y las declaraciones políticas a la prensa dan mucha grima. Nuestros grandes hombres, en lugar de razonar, suelen engarzar insultos al rival, como si la crisis hubiera diezmado sus plantillas y el buen escritor de discursos hubiera sido sustituido por un mal diccionario de sinónimos. Esta costumbre puede alcanzar niveles difamatorios. Verbigracia, las lindezas que soltaron los dos diputados populares que arroparon a Soraya Sáenz Santamaría en el reciente debate con Pérez Rubalcaba: en una riña tabernaria no se hubiera exhibido peor estilo. Y no digamos del zafio alcalde de Valladolid, que reduce a una ministra a juguete sexual y luego se hace el ofendido y no se disculpa.

Esta afición al insulto no es un privilegio de los más marrulleros. El mismo Mariano Rajoy -nota en la última encuesta: 3,9- ha empleado muchas más horas parlamentarias amontonando epítetos contra Zapatero -nota en la última encuesta: 4- que desvelando sus programas. (Y cuando por fin ha empezado a desvelarlos, hemos entendido el porqué de su silencio.) En fin, acabo reiterando la pregunta: ¿por qué no hay un gran escritor detrás de los grandes hombres españoles? Y la respondo con otras dos preguntas: ¿será porque no hay grandes escritores? ¿O será porque no hay grandes hombres?

6-XI-10, Llàtzer Moix, lavanguardia