Aung San Suu Kyi, la Mandela (Nobel de la Paz, noviolenta, democrática) asiática

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A lo largo de sus vidas no han tenido oportunidad  de conocerse, pero comparten ideales y unas fechas muy concretas. El 12 de junio de 1964, la justicia sudafricana condenó a cadena perpetua a Nelson Mandela. Una semana más tarde, Aung San Suu Kyi cumplía diecinueve años y preparaba sus maletas para dirigirse a Oxford, para estudiar Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas.

Veintisiete años más tarde, en 1990, Mandela recobró la libertad y se propuso dirigir a su país por la senda de la reconciliación democrática. Aquel año, Suu Kyi ganaba ampliamente unas elecciones legislativas -cuyo resultado el gobierno militar no aceptó-, pero en lugar de gobernar fue privada de libertad. Desde 1989 ha pasado, en periodos distintos, 15 años detenida o en arresto domiciliario.

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Así, al igual que Nelson Mandela, Ang San Suu Kyi se ha convertido en un símbolo internacional de la resistencia heroica y pacífica de un país. En en el rostro de la opresión. Y es que si Mandela fue en su momento la única esperanza para la población negra de Sudáfrica, Suu Kyi, a sus 65 años, representa para los habitantes de Birmania su mejor y quizás única esperanza de que algún día acabe la represión militar en su país.

Sin duda la mejor definición que nadie ha hecho de esta mujer menuda y aspecto frágil la hizo el entonces presidente del comité del premio Nobel de la Paz, Francis Sejested, cuando anunció la concesión del galardón a Suu Kyi por ser un "extraordinario ejemplo del poder de los que no tienen poder".

Su presencia despierta tanto respeto entre la población birmana como odio entre la junta militar. En especial en su presidente, el general Than Shwe. No en balde es hija del general Aung San, el padre de la independencia birmana, asesinado el 19 de julio de 1947 por unos radicales, cuando ella tenía dos años y el país se encontraba en plena transición hacia su independencia.

A los quince años partió hacia India con su madre, Daw Khin Kyi, que había sido nombrada embajadora de Birmania en aquel país. De allí se fue a Oxford, donde cursó estudios de Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas y allí conoció a su futuro marido, Michael Aris, con quien tuvo dos hijos, Alexander y Kim.

Después de trabajar en la secretaría de las Naciones Unidas y ser profesora en India, Aung San Suu Kyi decidió regresar a su país en 1988 para atender a su madre, gravemente enferma, a pesar de las amenazas del gobierno militar, liderado por el dictador Ne Win.

A su vuelta se encontró con una Birmania muy distinta de la que había abandonado casi treinta años atrás. El país se encontraba en plena agitación política. En agosto del aquel año estalló la revuelta, conocida como Levantamiento 8888.Miles de estudiantes, trabajadores y monjes salieron a la calle para exigir reformas democráticas. El régimen respondió con un sangriento golpe militar. "Como hija de mi padre, yo no podía permanecer indiferente a todo lo que estaba pasando", dijo en un discurso en Rangún el 26 de agosto de 1988, y organizó un movimiento en favor de los derechos humanos y la democracia.

En julio de 1989 fue puesta bajo arresto domiciliario en Rangún. Un año más tarde, su partido, la Liga Nacional por la Democracia (LND), obtuvo el 82% de los escaños en las elecciones de mayo de 1990. El fracaso en las urnas de los partidos de los militares les impulsó a ignorar la voluntad popular, anular los resultados y confirmar la condena de San Suu Kyi, a quien le fue negado el contacto con su marido, el profesor británico Michael Aris, y sus dos hijos.

Reconocida como prisionera de conciencia por Amnistía Internacional, su sueño de que el drama birmano no cayera en el olvido fue recompensado en 1991 con el premio Nobel de la Paz, gracias al cual dio a conocer su combate al mundo entero rechazando el exilio propuesto a cambio de su silencio.

En 1995, la presión internacional forzó su liberación. Pero la Junta Militar la volvió a someter a arresto domiciliario en 1996 al constatar la creciente multitud que esperaba sus mensajes de esperanza los fines de semana. Uno de los capítulos más duros de esta privación de libertad fue cuando su esposo, Michael, murió de cáncer en 1999, en Londres, esperando un visado que el gobierno birmano nunca le concedió para que pudiera despedirse de su esposa.

Desde entonces, la junta militar ha intentado minar su voluntad, liberándola un tiempo y arrestándola poco después. Su objetivo es mantenerla aislada y esperar a que su salud se vaya debilitando. Pero San suu Kyi parece incombustible a pesar de su aparente fragilidad. Aunque hasta ahora ha estado incomunicada ya ha anunciado, a través de su abogado, que en cuanto salga en libertad se abrirá una cuenta en Twitter para comunicarse con los jóvenes.

13-XI10, I. Ambrós, lavanguardia