´Suu Kyi y el futuro de Birmania´, lavanguardia

Buena parte de la comunidad internacional ha acogido la liberación de Aung San Suu Kyi, la mítica líder de la oposición democrática de Birmania, como un primer paso hacia un futuro cambio político en el país, que se halla bajo una férrea dictadura militar desde hace veinte años. Pero esa esperanza supone contemplar con demasiado optimismo el futuro de este país asiático, rebautizado en su día con el nombre de Myanmar por la junta militar que dirige el general Than Shwe.

Suu Kyi ha pasado quince de los últimos veinte años bajo arresto domiciliario. Es la figura política que más teme la junta militar por el enorme apoyo popular y el gran respaldo internacional que tiene. Hija del general Aung San, el héroe de la independencia de Birmania, Suu Kyi lideró y ganó masivamente en 1990 las primeras elecciones democráticas que el país celebraba en treinta años, unas elecciones que la junta militar anuló inmediatamente. Desde entonces, Suu Kyi ha estado sometida a aislamiento la mayor parte del tiempo.

La líder de la oposición birmana volvió a ser arrestada hace dieciocho meses y ahora, cumplido el plazo de su última condena, ha sido liberada este fin de semana. Eso es una buena noticia, especialmente desde el punto de vista personal, ya que pone fin al dramático e injusto suplicio de esta gran defensora de la democracia y de las libertades, que fue premio Nobel de la Paz en 1991. Muchos temen, sin embargo, que su liberación no haya sido otra cosa más que una estratagema de la junta militar para atenuar la presión internacional tras las elecciones parlamentarias celebradas hace ocho días, que han sido un auténtico pucherazo para consolidar la actual dictadura bajo una imagen civil.

La verdadera voluntad de la junta militar se pondrá a prueba en las próximas semanas, con la formación del nuevo gobierno, en la medida en que se permita una total libertad de acción a Suu Kyiy que sean liberados los otros 2.200 presos políticos..

Los años de aislamiento pueden haber castigado físicamente a esta mujer de 65 años, pero no la han debilitado psicológicamente. En su primer discurso ante sus partidarios, ayer domingo, al igual que Gandhi en India y Nelson Mandela en Sudáfrica, hizo un llamamiento a la noviolencia y a la reconcialición nacional a través del diálogo. No hay otro camino ante un enemigo tan fuerte como la junta militar, que controla policialmente todo el país. Será una lucha larga y por eso también les exhortó a no desesperar. De entrada, pidió la unidad de toda la oposición; una unidad que la junta militar logró romper con la convocatoria de las elecciones de hace ocho días, ya que un sector del partido de Suu Kyi participó en ellas pese a la consigna de boicot. Las próximas semanas serán claves también para medir hasta qué punto mantiene el liderazgo entre los suyos y entre las nuevas generaciones.

En cualquier caso, es evidente que el cambio político en Birmania no puede recaer únicamente en las frágiles espaldas de Suu Kyi, ni en la de los monjes budistas, que protaginizaron una revuelta en el 2007. Sería necesario que se produjera una efectiva presión internacional sobre China y sobre los países de la región, como India y Tailandia, que son quienes en verdad dan apoyo a la junta militar que manda en el país. Un país de 60 millones de habitantes, con grandes recursos naturales, pero que no sale de la pobreza por la gran corrupción e ineficacia de las esferas de poder.

15-XI-10, lavanguardia