´Síntomas de un nuevo desorden´, Jordi Graupera

Que haya ocurrido en el puente de la Constitución lo convierte en una figura retórica perfecta. Hoy hace treinta y dos años, el 58,97% del censo electoral votó a favor de un texto cuya principal virtud es, sobre todo, lo que calla. El artículo cero de la Constitución española reza, "no nos vamos a hacer daño". En algunos centros de poder el artículo cero se ha leído durante tres décadas como el chiste del dentista, escalpelo en mano, cuyo paciente le tiene agarrado por las gónadas. Carcajadas de sobremesa. En la periferia se ha leído siempre como una amenaza: hay un límite escrito en la ley, y hay otro escrito en la memoria. O nos vamos a hacer daño.

El centro y la periferia en España no es sólo geografía. Está el árbol genealógico del poder, la corte, el Ministerio de Fomento, Aena. El corazón de Sí, ministre.El puro centro. El artículo cero es una forma de ponerle sordina a los conflictos de siempre. Privilegios que no se tocan, sumisiones que se toleran. Pero cada centro y cada periferia tiene su botón nuclear. Algo que rompe la baraja, algo que hace explícito lo que la Constitución disimula. La clave del botón nuclear es que todo el mundo asume que nadie lo va a pulsar. Hasta ahora.

La Constitución construyó esta esperanza con el miedo al pasado. El miedo al todos contra todos, la guerra total, esculpe lo que los pedagogos optimistas llaman convivencia. Thomas Hobbes estará sonriendo en el infierno. Pero, ¿cuántos de los 15.706.078 votantes que dijeron sí a la Constitución siguen vivos? El viernes, los controladores, desde su centro de poder, soltaron su bomba atómica. Fue su respuesta al ataque de ansiedad nuclear del gobierno con menos crédito desde 1978. El caos. No es el principio de nada, es sólo un síntoma de algo que empezó con la crisis: la anestesia de la prosperidad se agota y la mayoría de los nuevos súbditos del reino de España ya no recordamos, porque no estábamos, el artículo cero. Olemos el humo, pero nadie nos habló del fuego. Así, el miedo al futuro ha sustituido el miedo al pasado.

Al borde de la quiebra, España vende la mitad de sus joyas: el 49% de Aena, y las loterías. Se usa la crisis para cerrar la negociación con los controladores, bastión de poder central. Yel gobierno necesita del ejército para dar credibilidad a sus reformas. Ya nadie se ríe de las crisis de autoridad, vuelve la pedagogía pesimista. El estado de alerta garantiza las vacaciones, la gente aplaude, ya muy pocos recuerdan lo que había que olvidar en 1978. Síntomas: la sentencia del TC, la manifestación del 10 de julio, la intervención europea en las políticas económicas, la implosión del PSC y su desorientación identitaria, los estertores de ETA, la desnudez de la última ola de corrupción, las ciudades fantasma. Son las señales de un nuevo orden. El pacto constitucional ha muerto de Alzheimer. Por fin.

6-XII-10, Jordi Graupera, lavanguardia