´Diplomacia´, Xavier Batalla

La idea de que la dirección de toda política exterior precisa de una fuerte dosis de secretismo para limitar el debate público tiene muchos abogados. La situación actual ya no es la de los tiempos del congreso de Viena, cuando Metternich pudo diseñar a su gusto, sin intromisiones de la entonces inexistente opinión pública, el mapa europeo. Pero el secretismo, con permiso de las filtraciones de Wikileaks, aún disfruta de buena salud.

La historia de la diplomacia es la evolución de las relaciones entre los estados. ¿Es un arte, como sugieren algunos de sus beneficiarios? ¿Un sistema de persuasión, como dicen los que se ganan la vida persuadiendo? ¿O simplemente se trata de una mezcla, a veces explosiva, de fuerza, amenazas y promesas, como se mantiene desde el bando de sus víctimas, que también son abundantes?

El humorista estadounidense Will Rogers definió en una ocasión la diplomacia como "el arte de decir ´lindo perrito´ hasta que encontramos la piedra de proporciones adecuadas". Rogers podría haber sido un buen diplomático. No todos los diplomáticos, sin embargo, podrían ser aplaudidos por ser buenos humoristas. Uno de los primeros en comprobarlo fue el embajador británico sir Henry Wotton, que no hizo reír al rey cuando dijo: "El embajador es un hombre honrado que es enviado al exterior para mentir en beneficio de su país". Y Abraham de Wicquefort, autor de uno de los primeros manuales de diplomacia, se adelantó unos siglos a la filtración de miles de documentos del Departamento de Estado por parte de Wikileaks y escribió: "El diplomático es un espía honorable".

El cardenal Richelieu, príncipe de la razón de Estado y primer ministro de Francia de 1624 a 1642, es un caso que merece un punto y aparte. Fue el artífice de la diplomacia que se apoyó en el sultán otomano para combatir a los hermanos católicos alemanes. Y cuando se supo la noticia de su muerte, se dice que el papa Urbano VIII, poco diplomático, dejó escapar: "Si Dios existe, el cardenal Richelieu tendrá que dar muchas explicaciones, pero si no existe, el cardenal habrá tenido una vida llena de éxitos".

La diplomacia sigue siendo la mejor manera de superar las discrepancias, prevenir los conflictos y encontrarles solución. Pero la diplomacia también puede generar conflictos. Algunas de las revelaciones hechas por Wikileaks sólo han confirmado que la rueda es redonda. ¿Quién no sospechaba que Putin es quien manda en Rusia? Pero otras revelaciones son menos inocentes, ya que arrojan luz sobre el lado oscuro. Confirman que los diplomáticos estadounidenses han practicado durante años el espionaje blando. Y el problema es que su gran secreto ha sido descubierto. Pero, curiosamente, las revelaciones también nos dicen algo menos inquietante de la diplomacia de Obama: después de todo, aparece convenciendo a China, haciendo caso omiso de la beligerancia árabe hacia Irán y persuadiendo a Rusia. ¿Quién filtra a quién? ¿Dónde está el secreto?

5-XII-10, Xavier Batalla, lavanguardia