´żEs la ´umma´ transnacional?´, Fred Halliday

¿Es la 'umma' transnacional?

Desde el 11-S han fluido ríos de tinta en Occidente sobre la aparición de un nuevo islam transnacional y militante: una comunidad de yihadistas que actúan independientemente de los estados, reclutan seguidores en numerosos países y cuyas actividades no se circunscriben a un país en particular. Al Qaeda, por ejemplo, ha contado en sus filas con combatientes de decenas de países. En cierto sentido, no cabe señalar ningún rasgo específicamente musulmán en este fenómeno puesto que vivimos en un mundo en el que las ideas, los símbolos y las causas viajan a escala global: en efecto, la sorpresa británica al descubrir que los terroristas del 7-J eran de cosecha propia no comprendió el punto principal, que radica en que en el mundo actual nada es única y exclusivamente de cosecha propia.

Existe un considerable grado de verdad en la afirmación de que la nueva militancia presenta rasgos inéditos. Lo cierto es que la estructura de Al Qaeda - o la falta de ella- es muy distinta del sistema jerárquico de, por ejemplo, el mundo comunista del periodo de entreguerras o de grupos guerrilleros más tradicionales como el IRA, el PKK, Hezbollah o Hamas; todo ello parece reforzar la configuración de este modelo transnacional...No hay ningún otro grupo guerrillero, rebelde o de otra clase que en el curso de la historia haya sido capaz de reclutar tantos adeptos como Al Qaeda. Ningún otro grupo nacionalista o revolucionario ha golpeado objetivos en un abanico tan amplio de países. La flexibilidad de este fenómeno es, asimismo, notable y de ahí la búsqueda de términos para describir tal originalidad: por ejemplo, el término mouvance - fusión en francés de movimiento y tendencia-se empleó a propósito de los nuevos movimientos sociales no partidistas de los años setenta y ochenta en Europa occidental; cabe citar también al respecto los de franchisé (liberado, autónomo) o affiliates (adeptos, partidarios).

Un factor evidentemente nuevo es vivo y operante en esta cuestión; una realidad reforzada si cabe por la dificultad en que se encuentra cualquiera - sean policías, jueces o analistas académicos- para tratar de establecer vínculos claros y evidentes de organización, reclutamiento o mando entre, por ejemplo, por una parte los atentados del 11-M de Madrid o los del 7-J en Londres y, por otra, los líderes de Al Qaeda en Pakistán y Afganistán. Es menester, no obstante, someter la afirmación sobre la existencia de un nuevo transnacionalismo islámico a una investigación más rigurosa que la llevada a término hasta la actualidad. Ciertamente, las actividades transnacionales de carácter político, religioso y económico han constituido moneda de uso corriente en el mundo musulmán a lo largo de siglos. La historia de los países islámicos, al menos desde la segunda mitad del siglo XIX, ha sido la historia de ideologías y doctrinas generadas en un país que posteriormente se han propagado e implantado en países muy distintos: por ejemplo, el reformador decimonónico Jamal Al Din Al Afgani influyó en diversos momentos históricos en la Turquía otomana y en Irán, pero también, a través de su seguidor Mohamed Abduh, en Egipto. Uno de los casos más notables de fecundación conceptual e ideológica transfronteriza y transnacional fue el empleo por parte del pensador fundamentalista Sayyid Qutb - el padre espiritual de Al Qaeda- de los textos del escritor pakistaní Maududi. Así, nexos que a primera vista pueden parecer recientes y artificiales obedecen en realidad a raíces históricas mucho más profundas.

El islam como sistema doctrinal promueve y facilita asimismo tales vínculos. El islam nació con vocación de ser una religión universal. Hay por ello cierta verdad en la exagerada aseveración de algunos islamistas en el sentido de que fue el profeta Mahoma quien inventó la globalización. En los tiempos modernos, los islamistas han denunciado reiteradamente la división del mundo musulmán en países distintos, achacándolo a ideas importadas de corte occidental sobre el nacionalismo y a la división del mundo árabe y musulmán por obra y gracia del imperialismo. El ayatolá Jomeiny denunció el nacionalismo afirmando en una ocasión que el islam había sido "abofeteado en pleno rostro por el nacionalismo".

Llegados a este punto, sin embargo, deben traerse a colación diversos factores susceptibles de contrarrestar este panorama. Pese a que los musulmanes proclaman una sola fe y un solo Dios, este internacionalismo religioso - y en cierta medida político- nunca ha invalidado el hecho de que los musulmanes como todo el mundo poseen diversas identidades y que, sin dejar de pertenecer a la umma (o comunidad de los musulmanes), son también egipcios, pakistaníes, indonesios, nigerianos o palestinos.

Las afirmaciones doctrinales en el sentido de que el islam como religión prohíbe el nacionalismo tienen escaso valor, tanto porque el nacionalismo - la identificación con un país y pueblo en particular- es un fenómeno universal como porque las fuentes textuales permiten a todo musulmán profesar fidelidades nacionales: he aquí los versos del Corán que dicen que Alá creó distintos tribus y pueblos para que trabaran mutuo conocimiento, y la cita del Profeta según la cual "el amor al suelo patrio forma parte de la fe". Es revelador que el equivalente más próximo de la Internacional Comunista, los Hermanos Musulmanes, creado en 1928, nunca impuso un control centralizado de tipo bolchevique sobre sus miembros. En el mundo actual hay más de 50 países musulmanes, dentro de cada uno de los cuales florecen intensos sentimientos nacionalistas y patrióticos, con frecuencia contra otros pueblos musulmanes. Esta adhesión a las identidades nacionales en tanto que opuestas a la islámica se refleja asimismo en las políticas de todos los estados musulmanes de Oriente Medio - con excepción de Arabia Saudí- que invocan elementos del pasado preislámico como forma de legitimación, por más que el islam, desde un punto de vista formal, lo censura por considerarlo un periodo de ignorancia, o yahiliya.

Si observamos el movimiento transnacional de Bin Laden, tales puntualizaciones son relevantes, como sabemos por investigaciones realizadas sobre la yihad; el magnífico nuevo libro de Fawaz Gerges El enemigo remoto. Por qué la Yihad se globalizó (Cambridge University Press, 2005) muestra también que las tensiones son intensas en el seno del propio movimiento... Gerges muestra además que el liderazgo se personifica en militantes de sólo dos países, Egipto y Arabia Saudí.

El caso es que es menester situar en regla el empleo del término transnacional.Una empresa transnacional no es acreedora de tal denominación por el mero hecho de que venda, posea fábricas o accionistas de cierto número de países: la mayoría de las empresas llamadas multinacionales son, en buena medida, nacionales (estadounidenses, españolas, holandesas o lo que se quiera) que operan internacionalmente. Ello no quiere decir que la dirección principal funcione sin un componente predominante o preferente. Lo propio puede aplicarse a la supuesta independencia - reflejada en el término transnacional-de los grupos en cuestión respecto del Estado. Durante la guerra fría abundó la retórica - tanto en el Este como en el Oeste- sobre hasta qué punto los grupos guerrilleros y terroristas eran patrocinados por el Estado o eran realmente independientes. De hecho, era una realidad de composición mixta: el Frente de Liberación Nacional de Vietnam del Sur se hallaba más sometido al control de Hanoi de lo que entonces se admitía, como era el caso de los sandinistas nicaragüenses respecto de Cuba, en tanto que la OLP se hallaba menos controlada - ya fuera por los estados árabes o por Moscú- de lo que efectivamente se decía...

En la guerra contra el terrorismo actual surte efecto una confusión parecida: los intentos de Washington de vincular a Al Qaeda a Saddam Hussein o a Irán descansaban en un fraude; la actual insurrección islamista suní en Iraq recibe cierto apoyo - no declarado- de estados vecinos preocupados por salvaguardar sus propias alternativas en el futuro.

Por lo que se refiere aAl Qaeda, que parece oscilar entre elementos de libre obediencia y movimientos no vinculados a obediencia estatal alguna, debe recordarse que es un instrumento bien diferenciado del núcleo duro de Bin Laden y su entorno. Al Qaeda inició y prosiguió sus actividades con el respaldo de varios estados; por otra parte, su objetivo consiste en tomar el poder en diversos estados islámicos, estableciendo una nueva forma de gobierno autoritario, un califato. La transnacionalidad,en consecuencia, no constituye la alternativa preferente de Al Qaeda ni su objetivo a largo plazo. El mundo musulmán no se define por entero ni principalmente - ni nunformaca lo ha sido- en términos de umma(comunidad de los musulmanes) o de vínculos e identidades transnacionales,que ciertamente han desempeñado un papel; sin embargo, al igual que la imagen de un movimiento comunista mundial después de 1917 ocultó diferencias genuinas, actualmente, en los tiempos del movimiento transnacional de la yihad,las identidades y fidelidades nacionales ejercen un indudable ascendiente.

En fin, el propio transnacionalismo - de terroristas o de organizaciones- debe ser sometido a un análisis mucho más exigente. Es posible que los rasgos que suelen incluirse en el seno de la umma no se hallen tan carentes de connotaciones estatales ni sean tan fluidos o internacionales como parece a primera vista. Para poner el ejemplo de un par de signos evidentes de identidad nacional contemporánea, no existen ni un equipo de fútbol ni unas líneas aéreas islámicas y es probable que los haya.

lavanguardia, 15-X-05