´China blues´, Montserrat Domínguez

Este viernes, la Academia sueca entrega el premio Nobel de la Paz, in absentia,a Liu Xiaobo, el profesor y activista chino que ni siquiera podrá seguir desde prisión la gala. Tampoco podrá recogerlo su esposa, la poeta Liu Xia, que lleva en arresto domiciliario desde la concesión, ni otros intelectuales y disidentes conocidos de la pareja. La paranoia de las autoridades chinas ha llegado al extremo de impedir a artistas como Ai Wei Wei - ha tapizado el suelo de la Tate Gallery de Londres con 100 millones de pipas de porcelana-coger un avión de Pekín a Seúl, donde le esperaban por asuntos relacionados con su trabajo. "¡Pero si no pensaba ir a Oslo!", se quejaba desde su Twitter. Da igual: mejor asegurar el cerrojazo y pillar a los pájaros dentro de la jaula, no vaya a ser que se desmande la situación. Por segunda vez en su historia -la primera ocurrió en plena Alemania nazi-, un Nobel de la Paz no será entregado a su ganador o los representantes que él designe.

China, además, ha presionado de manera inclemente a la comunidad internacional: 18 países no acudirán mañana, y además de los previsibles (Rusia, Cuba, Venezuela o Vietnam) hay otros menos habituales (el vecino Marruecos), Serbia (su postura ha levantado ampollas en la UE) o Colombia, que en último momento se ha descolgado del boicot. De puertas para adentro, Pekín está reforzando la censura a los canales internacionales CNN y BBC que pueden verse en los hoteles para extranjeros. Cada vez que se oye la palabra "Nobel Prize" o "Xiabo" la emisión se va a negro durante unos minutos. Imagínense lo que estará pasando en la red.

El último movimiento -un torpísimo intento de contrainformación- ha sido anunciar a bombo y platillo la concesión del premio Confuncio de la Paz para contrarrestar el impacto mediático del Nobel. Tan precipitado fue el invento que anunciaron el ganador -el político taiwanés Lien Chan- sin ni siquiera avisarle, por lo que el galardonado no tenía noticias ni del premio, ni de que se le esperaba ayer en Pekín para recibirlo.

¿Qué teme China?

El hecho es que el Nobel es importante. Y más allá de deslices tan absurdos como el premio a Obama de la anterior edición, el Nobel de la Paz sirve exactamente para que pase lo que está pasando con Xiaobo: para poner en jaque a los amos del mundo, para recordar las zonas de sombra, para pegar un tirón a nuestras conciencias y recordarnos que no debemos volver la vista ante los abusos de los Derechos Humanos. China lo sabe. Está llevando adelante una transformación prodigiosa de su sociedad, y no les falta razón cuando dicen que la libertad y la justicia pierden valor cuando hay hambre y pobreza, pero alguien tiene que recordarle que no todo vale.

Y como China no puede señalar la contradicción, lo hago desde estas líneas. ¿Qué libertad de expresión estamos defendiendo, cuando detenemos a Julian Assange y bloqueamos el acceso a la página de Wikileaks?

10-XII-10, Montserrat Domínguez, lavanguardia