el Rule of Law protege (de momento) a Assange

El Gobierno británico teme un ataque cibernético a sus páginas web por parte del ejército de hackers que tienen a Julian Assange como su héroe, y ha tomado medidas para proteger los ordenadores de Downing Street, el Foreign Office y los ministerios de Defensa y Hacienda. Un reciente informe de The Washington Post señala que casi un millón de personas trabaja para distintas agencias del Gobierno dedicadas a proteger los secretos de Estado, más que toda la población de Washington DC. En Londres no son tantos, pero sí una cantidad importante, y tanto la administración como los servicios de inteligencia consideran sospechoso que por el momento tan sólo se hayan publicado setecientos cables de la embajada norteamericana en Londres, cuando de otras legaciones diplomáticas circulan ya miles por internet. La teoría es que existe una bomba sobre el papel de Tony Blair en la guerra de Iraq.

Estrictamente yen términos legales, lo de ayer era tan sólo una vista oral para que un juez decidiera sobre la apelación de Julian Assange a la negativa de concederle la libertad bajo fianza. Estrictamente y en términos legales, la justicia sueca demanda su extradición por unas denuncias de delitos sexuales presentadas por dos mujeres después de que visitara el país escandinavo el pasado agosto. Pero que se lo dijeran el centenar de personas que se manifestaron delante de la High Court de Londres - y a los millones de admiradores que el fundador de Wikileaks tiene en todo el mundo-,para quienes en realidad se trata de la vieja guerra entre el individuo y el Estado, de una batalla decisiva contra la censura y en defensa de la libertad de información.

El desenlace va para largo, pero Assange se apuntó una pequeña victoria al conseguir que un tribunal británico aceptara su puesta en libertad previo pago de una fianza en efectivo de 240.000 libras (algo más de 280.000 euros) que un grupo de adinerados admiradores, del mundo de la prensa y el espectáculo, han empezado a reunir. Sin embargo, el juez dictaminó que permanezca en la prisión de Wandsworth por lo menos 48 horas hasta que la fiscalía sueca decida si apela o no.

Si efectivamente consigue salir de la cárcel porque las autoridades suecas no presentan argumentos convincentes, Assange se instalará en una mansión de la campiña de Suffolk propiedad de uno de los fundadores del Frontline Club (el club de corresponsales de guerra de Londres), estará sometido a un toque de queda, llevará una pulsera electrónica para permanecer localizado las 24 horas y todas las mañanas deberá fichar en la comisaría del pueblo más cercano. Así puede ser su vida en los meses - potencialmente hasta año y medio o dos años-que duraría el juicio sobre su eventual extradición a Suecia.

Tras su arresto, un juez de primera instancia de Westminster le negó la libertad bajo fianza con el argumento de que se trataba de un súbdito australiano sin dirección fija en el Reino Unido, y que por tanto existía riesgo de que huyera. En la apelación, el prestigioso abogado Geoffrey Robertson (experto en derecho internacional y entre cuyos clientes figura el escritor Salman Rushdie), persuadió a un magistrado de que revocara esa decisión, con la garantía del dinero y a cambio de que el guerrero errante entregue su pasaporte.

La abogada Gemma Linfield, que representaba en la vista los intereses de Suecia, argumentó que los acosos sexuales supuestamente cometidos por Assange son muy graves. A lo cual Robertson respondió que si bien ese tipo de acusaciones han de tomarse muy en serio, en el Reino Unido no constituyen violación ni tan siquiera delito, y además la justicia sueca no ha presentado cargos formales. Otro de sus representantes legales, Mark Stephens, fue aún más lejos y dijo que su cliente es víctima de una conspiración detrás de la cual hay intereses muy poderosos.

El ambiente en los alrededores de la High Court era más propio de la trilogía Millennium de Stieg Larsson o de una novela de Graham Greene o John Le Carré sobre monumentales conspiraciones que de una simple vista oral para la extradición de un supuesto violador. La sala estaba llena a rebosar de periodistas y espectadores, hasta el punto de que el abogado de la defensa Geoffrey Robertson tuvo que aporrear la puerta para entrar. El juez permitió excepcionalmente que los periodistas enviaran mensajes a través de Twitter informando del desarrollo de la sesión.

La madre de Assange, venida desde Australia, informó desafiante en nombre del cerebro de Wikileaks: "La publicación de los documentos va a seguir su curso en medio de las presiones, porque las convicciones e ideales de mi hijo están más fuertes que nunca a pesar de las difíciles circunstancias que atraviesa". Tras concluir la vista, Assange fue conducido a la prisión de Wandsworth, donde permanece en una celda aislado por completo del exterior, bajo la observación permanente de cámaras en circuito cerrado, sin posibilidad de recibir tan siquiera el correo ni acceso a la televisión, la radio o la biblioteca de la cárcel, mientras en los tribunales y en las calles se libra una batalla histórica que afectará a la conducta de los gobiernos en la diplomacia, la inteligencia e incluso la guerra, y contribuirá a definir lo que se considera democracia en la era de internet.

15-XII-10, R. Ramos, lavanguardia