´Y como no son tontos...´, Joan-Pere Viladecans

Ya estamos de nuevo inmersos en la cita anual con la felicidad. Todo el material sensible desempolvado. Las buenas voluntades a punto de revista. De natural cada uno se emociona de acorde con su sensibilidad, memoria y nostalgia. Sobre todo nostalgia. Y sistema hormonal. Pero hay expertos en crear climas, atmósferas, necesidades y ambientes para que todos actuemos y reaccionemos con puntual emotividad ¿Quién tiene en cuenta nuestras emociones? Los que van a sacar tajada de ellas. Yno es sólo esta algarabía ortopédica del consumo que, ya de por sí, tiene delito; es la especulación sistemática de nuestra dicha. Se trata de un sobreentendido, de un entendimiento tácito. De una escenificación. Son aquellos días en que amás de uno le gustaría deslizarse fuera de la existencia ambiental. De la hipócrita confraternización, del regalo y la frustración. De la economía asaltada en aras del "quedar bien". De los gritos de rigor deseando felicidad al primer incauto con que nos topamos. Y del compadreo a golpe de calendario.

La primera regla de los negocios es crear la demanda -de eso se encargan los publicistas-, y la segunda satisfacerla -de eso se encargan los grandes almacenes-. Y el personal, pueda o no pueda, a comprar jirones de alegría por imperativo social. En caso contrario, nos harán sentir unos ciudadanos inadecuados. Secundarios. ¡O insolventes sin más! Ya hace unas semanas que nos tratan como menores, como hombres a medio hacer, como mujeres perplejas. Como provincianos. ¿Lo somos?

Por lo visto, a los jerarcas del reclamo, se lo parecemos. Y ellos serán de todo menos tontos. Si no, ¿cómo se explican que, año tras año, insistan en estos anuncios de colonias con una voz en off ardiente, cálida, susurrante, engolada -casi gótica- con acento francés, inglés, alemán...? ... Hasta en los anuncios nos han de demostrar que no "somos nadie". Que, para elegir un aroma, una fragancia o un olor, deben aconsejarnos con inflexión elegante, glamurosa, cosmopolita y foránea. Más o menos, una cuestión de narices. ¿Realmente somos tan rústicos? Ellos lo creen. ¿Lo saben? ¿Nos han estudiado? Y como no son tontos...

17-XII-10, Joan-Pere Viladecans, pintor, lavanguardia