´Sin AVE no hay paraíso´, Màrius Carol

Las imágenes del Gobierno y la oposición subidos al mismo tren, con los Reyes como testigos, constituyeron una metáfora de lo que debería ser el sentido de la responsabilidad en tiempos de crisis. Sin embargo, sólo fueron una foto oportunity de socialistas y populares en la inauguración de la línea Madrid-Valencia, que ha impulsado Zapatero, pero que une al Madrid de Aguirre con la Valencia de Camps. A todos les interesaba salir en el retrato para apuntarse su cuota de mérito. La alta velocidad ha sido concebida por los gobiernos españoles como el icono de la modernidad, como el símbolo de la rapidez del desarrollo español. Y lo cierto es que la iniciativa contó con el apoyo de los ciudadanos, fascinados ante la posibilidad de unir las ciudades con trenes futuristas y precios bajos gracias a los subsidios públicos, como recuerda el economista Germà Bel en su reciente libro España, capital París (Destino).

Sólo China supera a España en kilómetros construidos para trenes de alta velocidad, aunque esta república popular tiene un PIB casi cuatro veces superior y una población treinta veces más elevada. Las infraestructuras son clave en el desarrollo económico y social de un país, pero resulta cuestionable la prioridad del AVE sobre otras inversiones tanto o más necesarias. Sólo la línea inaugurada el pasado fin de semana ha costado 6.000 millones de euros. Asimismo, el diseño de las rutas es más que discutible. ¿O no es extraño que todas las capitales castellano-manchegas estén unidas por AVE y en cambio no se puede ir de Valencia a Barcelona, ni de Barcelona a la frontera francesa?

El Gobierno y las comunidades autónomas han apostado por la alta velocidad antes que por el transporte de mercancías, lo que no deja de ser una apuesta de nuevo rico más que una inversión sostenible. Germà Bel denuncia en su libro que la prioridad del AVE ha dejado en segundo plano otras infraestructuras mucho más relevantes para la economía, como son la conectividad entre puertos y centros logísticos. De ahí que en la década maravillosa de la inversión ferroviaria, la cuota de mercancías por tren haya bajado del 7% hasta menos del 4%, lo que ha significado no reducir la emisión de CO . ni bajar la siniestralidad 2 viaria, ni mejorar la distribución.

Bel escribe que "la lógica política es la de usar la ley y los subsidios del presupuesto para hacer realidad aquello que la dinámica económica no sustentaría: la radialización de la redes de comunicación en España". El sueño de Aznar de que el AVE situara las capitales de provincia a menos de cuatro horas de Madrid es una realidad, pero también lo es que el AVE resulta un lujo que nos supera y ha servido para perpetuar un modelo centralizado de país. La foto de tantos políticos camino de Valencia es la imagen de una España que confunde el brazo con la manga, el AVE con el paraíso.

22-XII-10, Màrius Carol, lavanguardia