´Parecía rumana´, Pilar Rahola

Tenía 14 años pero parecía que tuviera 12, de tan débil y asustada que estaba". Esas fueron las primeras impresiones del policía local Pedro José cuando la liberó. La niña se había escapado de casa dos meses antes, siguiendo la estela de un joven de 22, que la había seducido fatalmente. Vivía en el madrileño barrio de La Prosperidad, pero se fue con su chico rumano, a vivir la aventura de su adolescencia recién estrenada. "Dieciséis añitos, fiera", canta Dani Martín con su bella voz ronca, pero ella no pasaba de los 14y el amor llamaba a su frágil puerta. Y así se escapó por los caminos de Badajoz hasta aterrizar en un pueblecito llamado Arroyo de San Serván, donde pronto supo que su ángel era un demonio, sus caricias, una tortura y su aventura, un infierno. De los golpes, a las violaciones y de ahí a ser prostituida por algunos habitantes del pueblo, a 30 euros el servicio. La Guardia Civil ha detenido a cuatro vecinos del pueblo por abuso sexual de la menor y a varios rumanos. Otro de los presuntos clientes se ha suicidado después de saber que lo iban a detener. La crónica de los dos últimos meses de esta niña, cuyos servicios en una chabola al lado de un vertedero eran conocidos, no sólo representa un relato terrible de su destrucción interior, cuya inocencia ha sido quebrada, sino que nos habla, también, de todo un pueblo.

Recogían los periódicos la sorpresa general de las gentes de Arroyo de San Serván, pero no porque una niña de 14 años se prostituyera, sino porque fuera "una de las nuestras". Y así el "parecía rumana" se ha convertido en el lema de la vergüenza. ¿Qué pasa? ¿Que si es rumana resulta moral que la prostituyeran a 30 euros la sesión? ¿Si es rumana es menos niña, tiene menos dolor, es más violable, más abusable? El vecino de 70 años que pagaba esos 30 euros por usarla sexualmente, ¿tenía menos remordimiento porque creía que era rumana? Claro, si resulta que es de Madrid, una hija de unos padres como nosotros, seducida por un pérfido extranjero, entonces el pueblo se escandaliza, las vestiduras se rasgan, ¿cómo pudo ser?, y los reclinatorios se llenan de penitencias. Pero el hecho incontestable es que mientras pensaron que esa niña era una pobre inmigrante, callada, débil y andrajosa, también consideraron normal que se pudriera en el catre de una chabola para dar satisfacción a los bajos instintos de bajos seres humanos. ¿Cuántas niñas como ella yacen en los agujeros de nuestra vergüenza? ¿Cuántos señores de bien las usan porque creen que cuando son de fuera su maldad es menos punible? Quiero decirlo con la claridad que da la indignación: me dan ustedes asco, un asco profundo, un asco asqueado, un asco derrotado. Y no sólo espero que se pudran en los infiernos de su culpa penal. Espero saber sus nombres y ver sus caras porque quiero saber con precisión cómo es la cara de la ignominia.

24-XII-10, Pilar Rahola, lavanguardia