el Estado de la ´bomba nuclear islámica´, en descenso hacia el infierno islamista

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La renovada agitación para que Pakistán mantenga la ley antiblasfemia más severa del mundo islámico se cobró ayer una primera presa de gran tamaño. Salman Tasir, gobernador de Punyab –provincia en la que viven la mitad de los pakistaníes– murió acribillado por uno de sus guardaespaldas. Tasir, de 66 años, salía de un almuerzo en una zona de ocio de Islamabad, pocas horas después de reunirse con el presidente y el ministro de Información.


la víctima

El asesino, Maliq Mumtaz Husein Qadri, de 26 años, tiró el arma al suelo y levantó las manos tras descargar nueve balas de su AK-47 sobre el político. Las imágenes obtenidas a los pocos minutos
de su captura, a manos de sus propios compañeros, muestran a Qadri sonriente y con el callo en
la frente típico de los musulmanes muy devotos. Luego confesaría que su intención era castigar
al gobernador –un histórico del Partido Popular de Pakistán (PPP)– por haber calificado como
“ley negra” la que condena a muerte a los blasfemos.


el asesino

Efectivamente, Tasir ha sido,junto a la exministra de Información del PPP, Sherry Rehman, una de las pocas voces que se han atrevido a criticar la ley que condena a la pena capital a quien insulte a Mahoma. Rehman promueve incluso la reforma de la ley, heredada de la dictadura islamizadora de Zia Ul Haq y que en la práctica se usa para ajustar cuentas y perseguir a las minorías religiosas, como los ahmadis o los cristianos, estos últimos pobres entre los pobres. La última condenada es la cristiana Asia Bibi, a la que visitó Tasir y para la cual pidió el indulto, aunque el caso sigue a la espera del recurso.

 Abdul Qadeer Khan, el paquistaní creador de la bomba atómica islámica y exportador de su tecnología a Irán, Libia y Corea del Norte. Condenado y perdonado en Pakistán, donde es un héroe.

Tasir fue en su juventud un seguidor de Zulfiqar Ali Bhutto, el fundador del PPP, cuyo nacimiento se conmemora hoy. Luego fue preso político en la época de Zia Ul Haq. El yerno de Bhutto y actual presidente, Asif Ali Zardari, impuso en el 2008 su nombramiento como gobernador de Punyab y representante del Gobierno en la provincia. Desde entonces ha mantenido un pulso con la Liga Musulmana de Pakistán (PML-N), de los hermanos Nawaz y Shahbaz Sharif. Este último
es el primer ministro de la provincia y, como tal, responsable de la seguridad del gobernador. Hace apenas una semana se cumplieron tres años del asesinato de Benazir Bhutto, también por un sospechoso lapsus de seguridad del entonces primer ministro de Punyab. Tasir –cuyo asesinato recuerda más al de Indira Gandhi– era también un poderoso hombre de negocios, con intereses en consultorías y comunicación, dueño de uno de los diarios más progresistas y laicos del país, The Daily Times. Su segunda esposa es una periodista india y sij, como su hijo menor.

El fundamentalismo islámico  siempre ha sido muy minoritario en las urnas. Pero el pasado viernes, una huelga instigada por clérigos suníes contra cualquier cambio en la ley antiblasfemia paralizó las principales ciudades. La víspera de Navidad el país vivió grandes manifestaciones a favor de la ejecución de Asia Bibi.

El asesinato de ayer supone una nueva sacudida para el Gobierno, que está en minoría después
de que el pasado domingo el MQM –el partido de los refugiados de India y primera fuerza en
Karachi– le retirara su apoyo. En diciembre lo hicieron dos pequeños partidos religiosos. Pocos
confían en que el Gobierno, apenas tolerado por los militares, resista hasta el final de su mandato, que expira en el 2013.

5-I-11, J.J. Baños, lavanguardia

Una lluvia de pétalos de rosa para el fanático asesino y un funeral en una base militar a prueba de profanaciones para el demócrata asesinado. Así es el deslizamiento de Pakistán hacia el oscurantismo, visible en la comparecencia en el juzgado del guardaespaldas traidor, Husein Qadri, y en los funerales del hombre al que debía proteger, Salman Tasir, gobernador de Punyab.

Prueba de la grave amenaza, no sólo a la supervivencia del primer gobierno salido de las urnas en más de una década, sino también a la vida de aquellos - cada vez menos-que se atreven a levantar la voz contra el fundamentalismo. Pero evidencia también de la creciente desconexión entre una élite occidentalizada cargada de buenas palabras - y privilegios-y una masa empobrecida cansada de malas prácticas. Una brecha que el islamismo no duda en aprovechar, con dosis cada vez mayores de intimidación.

En un twitter premonitorio, el gobernador de Punyab decía el pasado viernes estar "dispuesto a ser el último en permanecer de pie" frente a la irracionalidad de los que pedían la ejecución de una pobre mujer, acusada arteramente de ofender a Mahoma. Un político de la Liga Musulmana de Pakistán (PML-Q) había ofrecido más de 150.000 euros a quien asesinara a Tasir, aunque de momento se contentaran con quemar su efigie a la salida de la mezquita. Tasir, empresario hecho a sí mismo que sufrió torturas en dictadura y en democracia, se declaraba "nada impresionado". Su coraje le ha costado la vida.

Hay que añadir que, desde hacía tiempo, arremetía también contra los talibanes desde los dos periódicos de su propiedad, uno en inglés y otro en urdu. Pecado al que sumaba el de dar oxígeno al gobierno de su partido, el Popular de Pakistán (PPP), acorralado por los cuarteles y por la mayoría de medios de comunicación.

Miles de seguidores del PPP, entre ellos el primer ministro y el ministro de Exteriores, asistieron en Lahore a las honras fúnebres. El ejecutivo provincial de Punyab decretó el cierre de escuelas y organismos públicos. Aunque no hacía falta. Al poco de propagarse la noticia del asesinato de Tasir, en Islamabad, por uno de sus diez guardaespaldas (27 tiros en la espalda, según la autopsia), los pakistaníes ya habían despejado los lugares públicos y se iban a casa. Muchas tiendas permanecían ayer cerradas en las principales ciudades. Se temían disturbios como los de hace tres años, cuando cayó Benazir Bhutto, candidata del PPP. Pero desde entonces la violencia política se ha cobrado otras 30.000 vidas. Y ahora es el propio PPP el que ocupa el poder.

El ministro de Justicia, a quien se cree posible sustituto de Tasir como gobernador de Punyab, habla de "asesinato político". Los nueve guardaespaldas que ni siquiera hirieron a su compañero traidor están detenidos y se investigan las posibles conexiones políticas del asesino. La ley antiblasfemia que dice defender fue decretada por el dictador prooccidental Zia Ul Haq en los ochenta y endurecida bajo el gobierno de su ahijado político y hoy líder de la oposición, Nawaz Sharif.

Horas antes del asesinato, Sharif había dado tres días al PPP - plazo ahora extendido 72 horas más-para aceptar sus demandas o atenerse a las consecuencias: reducir los gastos del Gobierno en un 30%, anular las subidas tarifarias, eliminar decenas de ministerios y recuperar los préstamos condonados por bancos públicos a amigos de sucesivos gobiernos. Como su cumplimiento se antoja imposible, el Gobierno estará en breve en la cuerda floja, tras perder la mayoría en el Parlamento. A todo ello, el Fondo Monetario Internacional ha perdido la paciencia y retiene el último tercio de un préstamo de casi 9.000 millones de euros, ante la incapacidad del Gobierno para introducir algo parecido al IVA o cobrar impuestos a los terratenientes.

El asesinato de Tasir también pone de manifiesto el arrinconamiento de los sectores liberales, bajo la presión combinada de la crisis económica y de la efervescencia religiosa y nacionalista provocada por las invasiones de Iraq y el vecino Afganistán.

La ex ministra Sherry Rehman, siguiente en la diana islamista, exhibe un discurso brillantemente progresista, aunque para densidad de brillantes, la de su reloj de pulsera. El canal Dawn, que hace tres años aparecía como faro de libertad de expresión, empezó a poblarse de militares retirados. Y el año pasado cambió el inglés por el urdu (sobre el papel, por motivos económicos). Desde hace más de treinta años, el enorme flujo de dinero - no sólo de EE. UU.-para mantener las calamidades de Afganistán deja un jugoso peaje en la élite militar y política pakistaní. Pero la espuma de dicho trasiego amenaza con convertirse en marejada y el sueño occidental de la élite anglófona pakistaní, en una pesadilla con acento pastún o persa.

6-I-11, J.J. Baños, lavanguardia

La primera comparecencia, ayer, ante la justicia en Rawalpindi, de Maliq Mumtaz Qadri el asesino de Salman Tasir, gobernador de Punyab, fue perturbada por sus partidarios islamistas radicales - estudiantes de escuelas coránicas, abogados y religiosos-que le aplaudían y tiraban flores por haber matado a un detractor de la ley antiblasfemia. Dado que anteayer ya se produjeron incidentes similares, el juez intentó trasladar la vista a un juzgado más seguro, pero se lo impidieron.

7-I-11, J.J. Baños, lavanguardia