´ĦA por los catalanes!´, Enric Juliana

Se están fraguando inesperados consensos en  el interior del caldero hirviente de la crisis española. El Directorio Europeo ha impuesto su régimen disciplinario - el crecimiento de la economía alemana con una tasa del 3,6% confiere un tono implacable a la voz de mando de la Cancillería-y ello empuja al pacto. Hay que obedecer. Se avanza estos días hacia un gran acuerdo sobre las pensiones (prolongación de la edad de jubilación hasta los 67 años y endurecimiento de los criterios de cálculo); una garantía de pago que fue exigida con especial ahínco por los alemanes en el fatídico cambio de rasante del mes de mayo.

No habrá barricadas. Alfredo Pérez Rubalcaba logró evitar la ruptura con los sindicatos en una reciente comida informal con Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo - convocada por el ministro de Trabajo Valeriano Gómez-en la que el primer ministro les advirtió que una nueva huelga general significaría el hundimiento de la izquierda española (sindicatos incluidos) por un periodo de al menos veinte años.

Corren aires de pacto de Estado - el pacto que el Rey viene reclamando desde hace más de un año-con el concurso de la renovada CEOE (el pasado miércoles, Méndez y Toxo cenaron con Juan Rossell) y la creciente disponibilidad del Partido Popular, muy atento al cambio de escenario. El PP sabe que esta vez no podrá repetir el rotundo ¡no! de mayo, que dejó en manos de Convergència i Unió la aprobación del primer plan de ajuste, en un momento muy fatídico para el euro tras la crisis griega. Mariano Rajoy también debe obediencia al Directorio Europeo. Entre el 25 y el 28 de enero se aprobará la reforma de las pensiones y el 3 de febrero la canciller Angela Merkel girará visita oficial a España.

En el fondo del caldero se está cociendo, sin embargo, otro pacto de largo alcance. Una fusión, más bien. Una absorción ideológica. El Partido Socialista Obrero Español - agobiado por unas encuestas que hoy le sitúan a 18 puntos del Partido Popular-ha comenzado a derretirse como mantequilla en el discurso ardiente de la derecha más centralista, según la cual, todos los males de España se resumen en uno: el desmadre de las autonomías.

En unas jugosas confidencias de fin de año, en las que su situación era comparada a la del general Douglas MacArthur ante la batalla del Pacífico, José Luis Rodríguez Zapatero adelantaba al director del diario El Mundo - uno de los adalides de la recentralización-que el PSOE acudirá a las elecciones de mayo con "propuestas de impacto" sobre la homogeneización de la España autonómica. Y el pasado martes, en la presentación del informe económico del 2010 en la Moncloa, el presidente adelantaba una de esas medidas: la unificación de los horarios comerciales.

El Estado de las autonomías - antaño glosado por populares y socialistas como garantía de igualdad (pronúnciese igualdaz) entre los españoles-deviene así el perfecto chivo expiatorio de la crisis. El café para todos,invento de Adolfo Suárez que catalanistas, vasquistas y galleguistas jamás pidieron y que el PSOE excitó desde Andalucía, es presentado como el brebaje tóxico que hoy está matando España.

Las disfunciones - que existen y cuestan bastante dinero-podrían ser objeto de un gran pacto que respetase la diferenciación constitucional entre nacionalidades y regiones: el espíritu inicial de 1977, plasmado en el retorno de Josep Tarradellas y luego ahogado en el indigesto café. Pero las cosas no va por ahí. Que nadie se engañe. No estamos ante una mera exigencia de racionalidad. Estamos asistiendo a la designación del chivo expiatorio; a la construcción de un discurso emocional capaz de coaligar amplias mayorías sociales y atemperar los dolores de las severas medidas de ajuste que vienen.

El dedo acusador señala a las 17 autonomías y se detiene especialmente en una. ¿Adivinan cuál? Sí señor: la única que hoy escapa al control de los dos grandes partidos. Alarmado por sus negras perspectivas, el PSOE ha decidido sumarse a la ceremonia expiatoria con un lenguaje sedoso. El caldero bulle. Las élites catalanas (Fainé, Rossell, Andic...) trabajan para sacar a España del atolladero y en el fondo de la olla hierven antiguos conjuros: "¡Ellos son los culpables!".

15-I-11, Enric Juliana, lavanguardia