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Unidos perdió un aliado, Pervez Musharraf - el general golpista que hace diez años optó por alistarse en la guerra contra el terrorismo declarada por la administración Bush-,pero ganó otro en Asif Ali Zardari, viudo de Benazir Bhutto y presidente de Pakistán, ahora de visita oficial en Estados Unidos. En las relaciones entre estos dos países, sin embargo, nunca se sabe, especialmente cuando en Pakistán puede seguir encontrando refugio Osama bin Laden, el líder de Al Qaeda.

Pakistán es uno de los grandes misterios del mundo contemporáneo. Es cliente de Estados Unidos, pero, según los sondeos, la mayoría odia a Estados Unidos; ha apoyado a Washington en la guerra contra el terrorismo,pero es una fábrica fundamentalista de talibanes que se enfrentan a las tropas de la OTAN; y es un país donde no abunda ni la ciencia ni la riqueza, pero sus dirigentes tienen un arsenal nuclear.


Abdul Qadeer Khan, el paquistaní creador de la bomba atómica islámica y exportador de su tecnología a Irán, Libia y Corea del Norte. Condenado y perdonado en Pakistán, donde es un héroe.

El primer gran problema pakistaní es la ausencia de democracia. Las fórmulas para mantener unido Pakistán han sido de dos tipos: el sistema democrático, interrumpido por hasta cuatro golpes de Estado militares, y la islamización. En la década de 1970, el primer ministro Zulfikar Ali Bhutto optó por un sincretismo: se inspiró en Occidente y, al mismo tiempo, terminó declarando la charia como ley. Su sucesor, el general Zia Ul Haq, que lo derrocó en 1977, profundizó en la islamización y apadrinó la expansión de las madrazas, escuelas religiosas que son semilleros de radicales.

El segundo gran problema es la educación de una sociedad donde el analfabetismo supera el 50%. De los 162 millones de pakistaníes, 83 millones - de 15 años o más-son analfabetos. Estas estadísticas, unidas a la ausencia de escuelas en condiciones, explican por qué las familias envían a sus hijos a las madrazas, que, financiadas por los wahabíes saudíes, sustituyen al Estado.

Y el tercer gran problema pakistaní es India. Pakistán ha librado tres guerras con India: dos por Cachemira y una que le costó la secesión de Pakistán Oriental (hoy, Bangladesh). Por ello los militares y su servicio secreto (ISI) han alimentado movimientos guerrilleros con los que librar sus guerras por terceros interpuestos. Y esto ha sido así en Afganistán, donde auparon a los talibanes hasta el poder, y en Cachemira, la región que Pakistán disputa a India desde la independencia, en 1947. Pakistán está obsesionado con India, de la que teme que alimente, como en Bangladesh, los separatismos que amenazan su integridad territorial. Y Estados Unidos sabe que el futuro de Afganistán también está ligado al conflicto de Pakistán con India.

15-I-11, lavanguardia