´Seguridad Social en quiebra´, Xavier Sala i Martín

Hablar de la Seguridad Social está de moda. Lamentablemente, no por ser un fantástico logro del Estado del bienestar sino más bien porque… ¡está amenazada de quiebra! ¿Cómo? ¿Amenazada de quiebra? ¿Quiere eso decir que no cobraremos nuestras pensiones cuando nos jubilemos? La respuesta es: si no se hacen las reformas necesarias, ¡no!

La razón es simple: aunque parezca mentira, las cotizaciones que ustedes y yo hacemos a la Seguridad Social no van a parar a una cuenta con nuestro nombre a la que podremos acceder el día de nuestra jubilación. Eso no funciona así. El dinero que nosotros, o la empresa en la que trabajamos, pagamos religiosamente cada mes se utiliza para financiar las pensiones de los que están jubilados hoy. A cambio, el gobierno promete que cuando nosotros nos jubilemos, los salarios de nuestros hijos pagarán nuestras pensiones y así sucesivamente, generación tras generación.

¿Qué pasaría si, de repente no hubiera suficientes jóvenes o si sus cotizaciones no fueran suficientes para pagar las pensiones de los ancianos? Pues que la Seguridad Social quebraría y no podría continuar. De alguna manera, eso es lo que ha pasado con nuestro sistema por culpa de dos fenómenos demográficos. El primero es que, allá por los años 50 y 60, nuestros padres decidieron tener muchos hijos. Es lo que se conoce como el baby boom. El problema es que los miembros del baby boom (entre los que me encuentro yo mismo) decidimos tener poca descendencia.

Eso quiere decir que las pensiones de mi numerosa generación tendrán que ser financiadas por la diminuta generación que nos sigue. Y eso es un problema que está a punto de explotar porque, si hacen los cálculos, verán que los primeros miembros de aquella montaña de niños que nacimos en los años 50 y 60 se acercan ya a la edad de jubilación.

El segundo fenómeno demográfico es que, gracias a los avances médicos, nuestra esperanza de vida ha aumentado mucho. Cuando se creó el sistema de pensiones en 1940, una persona de 65 años sobrevivía, de media, 10 años más. En la actualidad, los ciudadanos de 65 años vivirán, en promedio, unos 20 años más. Y claro, desde el punto de vista de las finanzas públicas, una cosa es que el jubilado medio cobre una pensión durante 10 años y otra muy distinta que lo haga durante 20 años.

Todo esto quiere decir que en un futuro inmediato, unos pocos trabajadores van a tener que mantener a una enorme cantidad de jubilados que, en promedio, van a vivir (y cobrar del sistema) durante muchísimos más años de los que se preveía. Resultado: ¡no habrá dinero para pagar a tantos pensionistas durante tanto tiempo!

Lógicamente, esto sólo se puede arreglar de tres maneras: o bien los trabajadores pagan más, o bien los pensionistas cobran menos o bien conseguimos que haya más trabajadores que paguen y menos pensionistas que cobren a base de retrasar la edad de jubilación. No hay más.

Aquí es donde entra el debate actual: mientras el Gobierno quiere rebajar las pensiones y aumentar la edad de jubilación, los sindicatos se resisten a reformar argumentando que ellos tienen unos "derechos sociales adquiridos" a los que no piensan renunciar. Pero alguna cosa habrá que hacer por que, si no, la Seguridad Social quebrará y, sin dinero, no habrá derecho social adquirido que valga.

La pregunta es: ¿qué hacer? Desde mi punto de vista, no es políticamente factible reducir las pensiones ni es éticamente defendible explotar a los futuros trabajadores - que, de hecho, son nuestros hijos-con unas cotizaciones estratosféricas que les impidan vivir dignamente. Por lo tanto, la solución pasa necesariamente por el aumento de la edad de jubilación. Pero claro, los trabajadores actuales, sobre todo los que están cerca ya de los 65 años, se niegan a posponer ese retiro que ellos ya veían tan cerca.

Una posibilidad interesante sería la de "indexar la edad de jubilación a la esperanza de vida". Es decir, que la edad de jubilación aumente automáticamente a medida que se alarga la vida. La idea sería la siguiente: todos los trabajadores que hoy tienen entre 60 y 65 años se van a retirar a los 65 años. A partir de ahí, la edad de jubilación aumentará proporcionalmente al incremento de la esperanza de vida. Durante las últimas décadas, la vida se ha alargado a razón de un año y medio por década. Si se mantiene el mismo ritmo, el año que viene será casi dos meses más alta, por lo que los ciudadanos que el año que viene cumplan 60 años sabrán que su edad de jubilación será de 65 años y dos meses. Dentro de una década, la esperanza de vida habrá aumentado un año y medio, por lo que la edad de jubilación será de 66,5 años. Dentro de dos décadas, se habrá alargado tres años, por lo que la jubilación empezará a los 68, yasí sucesivamente. De alguna manera, el "derecho social adquirido" no sería el derecho a jubilarse a los 65 años sino el derecho a cobrar pensiones durante los 19 últimos años de su vida. Lógicamente, a medida que se alarga la vida, esos últimos 19 años empezarían más tarde.

Esta propuesta tiene diferentes ventajas. Primero, los que ahora están a punto de jubilarse no tienen la desagradable sorpresa de que no lo harán a la edad que habían planeado. Segundo, al aumentar automáticamente la edad de jubilación, nos ahorraríamos peleas entre gobierno y sindicatos cada vez que sea necesario aumentar la edad de retiro. Y tercero, se garantiza que los años en que los ciudadanos están sin trabajar y cobrando pensiones no aumenta indefinidamente, evitando así una Seguridad Social en quiebra.

17-I-11, Xavier Sala i Martín, Columbia University, UPF y Fundació Umbele. www. salaimartin. com, lavanguardia