discreto, pero decisivo, factor militar

El general se puso al habla ayer por la mañana para atender la petición de un encuentro que permitiera a los lectores de este diario tener una idea más cercana a cómo el ejército tunecino ha vivido la revolución. Después de dudar durante un instante, Rachid Ammar evitó el reto con la firme amabilidad de una garganta castigada por el tabaco. Dijo que no con el argumento de que estaba en la reserva, lo que era una verdad a medias, porque lo cierto es que fue relegado hace unos años por criticar al régimen de Ben Ali, una crítica estúpida, de cantina al final de unas maniobras, pero que le costó el cargo.

Ante la insistencia, comentó: "Ha sido nuestra discreción, nuestra fuerza discreta, la que ha permitido el triunfo de esta revolución. No quiero romperla ahora, pero llame usted mañana a ver si he cambiado de opinión y tengo humor para explicarle alguna batallita".

Mientras el búnker benalista intenta enderezar el rumbo de un Túnez en zozobra, los militares, sin hacer ruido, son su gran sostén. "Tan importante es el ejército - comenta el analista Tlili Moktar-que nada de lo que ha prometido el primer ministro Ganuchi podría hacerse sin su apoyo". El gran activo de los militares es que se negaron a disparar contra los manifestantes tal como les ordenó el presidente Ben Ali, comandante en jefe de las fuerzas armadas. Esta negativa le costó el cargo al general Ammar, jefe del Estado Mayor, que fue relevado el miércoles pasado, un cese que, como escribimos en estas mismas páginas, le permitió ponerse del lado de la historia.

Con Ammar en casa, el ejército, descabezado, abandonó el jueves las calles de Túnez y pudo ser invisible al día siguiente, durante los últimos y violentos coletazos del régimen. Ammar, según informaciones aparecidas en la prensa árabe, forzó la caída del régimen. Nadie más que él tenía la independencia y el carisma necesarios para hacerle ver a Ben Ali que había llegado al final. Cómo lo consiguió sigue siendo un misterio.

Ammar es general y Ben Ali también lo fue antes de convertirse, primero, en jefe de Gobierno de Habib Burguiba y después en sátrapa. Llegó a la jefatura del ejército en el 2002, cuando toda la cúpula militar murió en un misterioso accidente de helicóptero que bien podría haber sido ordenado por el propio Ben Ali, que temía un golpe.

Ammar, de 63 años, tiene ahora una página en Facebook, con miles de seguidores, que quieren verlo de presidente. Él no abre la boca y sigue siendo un gran desconocido para los tunecinos, incluso para los bien informados. Que haya podido sobrevivir al régimen de Ben Ali dice mucho del papel residual que interpretaba el ejército en el régimen. Ben Ali se protegía con una guardia pretoriana, una policía muy temida y una red de confidentes. El ejército no le interesaba. De ahí que sea muy pequeño, apenas 35.000 hombres, casi todos (27.000) en el ejército de Tierra, para un país de 10,5 millones de habitantes. El presupuesto equivale sólo al 1,4% del PIB, es decir, siete veces menos gasto que en educación. La misión principal de estas fuerzas armadas es vigilar las fronteras y patrullar la costa, en colaboración con la Armada italiana, en busca de pateras camino del sueño europeo. Prácticamente nunca han entrado en combate. Su hazaña bélica más importante se remonta a la independencia.

Al desconocimiento del ejército contribuye que la mili, a pesar de ser obligatoria, se resuelve con una instrucción de 21 días, que puede realizarse cómodamente en 21 domingos alternos.
Lejos de la atención pública, desvinculados del sistema político que ha corrompido el país, los militares no hacen estos días más que recibir felicitaciones. Los tunecinos se hacen fotos junto a los carros de combate y, en caso de alarma, avisan a los soldados que guardan cada esquina del centro de la capital. "No sé si hemos vivido un golpe militar - comenta Moktar-.Es posible que en parte sí. pero ¿a quién le importa ahora?".

18-I-11, X. Mas de Xaxàs, lavanguardia

El ejército logró ayer imponerse a varios grupos de milicianos leales al depuesto presidente Ben Ali, que llevaron la lucha contra el nuevo Túnez hasta el centro de la capital. Este triunfo, saldado con varios muertos, refuerza la idea de que los militares controlan el país. Han arrinconado a la policía y detenido, ayer mismo, a dos antiguos colaboradores del dictador: su jefe de seguridad, Ali Seriati, y el antiguo ministro del Interior, Rafiq Balham, de quien partió la orden de disparar contra los manifestantes.

La mañana había sido apacible en el centro de Túnez. Después de una noche de más tiros y saqueos, el día amaneció tranquilo. Tanto que el ejército relajó un poco las medidas de seguridad y los tunecinos se aventuraron a volver a pasear por la avenida Burguiba.

A media tarde, sin embargo, todo volvió a torcerse. Grupos armados lograron atrincherarse en varios edificios para disparar contra los transeúntes, los policías y los militares. Un enfrentamiento duro se produjo junto a la sede del Partido Democrático Progresista, el principal de la oposición. Otro se prolongó durante dos horas muy cerca del temido Ministerio del Interior, lugar de la manifestación decisiva de esta revolución, bautizada ahora del jazmín, que el viernes pasado culminó con la primera caída de un régimen autárquico en el mundo árabe. En este choque, un helicóptero del ejército, armado con una ametralladora, mató a dos francotiradores.

Otro grupo de milicianos vinculados al antiguo régimen se liaron a tiros con los militares que vigilaban los accesos al palacio presidencial de Cartago, a quince kilómetros de Túnez.

Estos ataques, así como la oleada de pillajes que ha sacudido la capital en los tres últimos días, son obra, según sostienen fuentes militares, del aparato de seguridad de Ben Ali. Detrás podría estar Ali Seriati, detenido mientras intentaba cruzar a Libia. Se le acusa de "provocar desórdenes, asesinatos y pillajes".

Grupos armados a bordo de ambulancias, coches de alquiler y vehículos robados han sembrado el pánico en Túnez y sus alrededores disparando contra viviendas y personas.

Muchos vecinos, asimismo, han visto a policías de paisano asaltar comercios y supermercados, sobre todo en barriadas populares, para culpar después a la población del saqueo.

Estas tácticas desestabilizadoras se nutren, asimismo, de informaciones sobre falsas detenciones y presencia de mercenarios extranjeros. La policía, por ejemplo, afirma, que ayer detuvo en el centro de la capital a ocho suecos y cuatro alemanes armados. Al cierre de esta edición ya se había confirmado que los suecos eran cazadores: por eso tenían armas.

Tres días después de la huida de Ben Ali a Arabia Saudí, el cansancio y la tensión hacen mella en la población y las fuerzas de seguridad. Los ciudadanos, siguiendo indicaciones de la televisión pública, han creado grupos de vigilancia. Están en casi cada esquina, controlando el acceso a los barrios. En Aryanah, por ejemplo, donde aún humea el hipermercado Magro, no entra ningún vehículo sin que se registre a fondo. En estas barriadas no hay rastro de la policía. La comisaría, por ejemplo, está incendiada, la calle repleta de documentos. "Antes teníamos miedo de pasar por aquí - explica un vecino-.Ahora vemos que somos capaces de autogestionar nuestra seguridad".

Las colas para comprar pan y repostar combustible crecen día a día. Por una cesta de frutas y verduras que el viernes se pagaba a diez dinares (cinco euros), ayer pedían 35. Los cajeros automáticos están vacíos desde la semana pasada. Todo se paga al contado y la población se está quedando sin efectivo.

La ira popular se ha cebado con las propiedades de la familia política de Ben Ali, los Trabelsi.

Los coches de las marcas Fiat, Kia y Porsche son buscados para quemarlos porque suyos eran los concesionarios. Un sobrino de Ben Ali fue apuñalado mortalmente el sábado, y otro, detenido junto a diez personas que formaban un grupo de saqueadores.

En este ambiente de colapso, el primer ministro Mohamed Ganuchi anunció ayer que hoy dará a conocer la formación del gobierno de coalición que, en un plazo de sesenta días, ha de convocar elecciones presidenciales. Todo indica que en esta formación tendrán un papel destacado los sindicalistas y los partidos de la oposición tolerada. Los de la oposición ilegal, básicamente islamistas y comunistas, seguirán fuera.

Los islamistas intentan ganar adeptos en estas aguas revueltas. Al menos uno de sus activistas fue detenido ayer en el centro de Túnez mientras repartía octavillas. Los propios vecinos le dieron caza y llamaron a los soldados, que, con disparos al aire, lograron llevárselo. "¡Viva Túnez, viva Túnez!", exclamó el grupo de vecinos que aplaudía la intervención militar.

De momento, en estos tres últimos días, los más críticos del Túnez independiente, los militares, están con el pueblo.

17-I-11, X. Mas de Xaxàs, lavanguardia