primer intento lampedusiano de crear Gobierno

Mohamed Ganuchi, el primer ministro que el viernes pasado intentó colarse en la presidencia, ha entendido que un pueblo capaz de levantarse y derrocar una dictadura como la de Ben Ali no tolerará la continuidad del antiguo régimen. Por eso ayer le dio gran parte de lo que pide: más libertad y un gobierno de coalición que capitanee la transición.

Conocido como señor oui-oui,porque a todo lo que ordenaba Ben Ali contestaba con un sí, sí,Ganuchi intentó, en las primeras horas tras la caída del régimen, salvar todo lo que pudiera salvarse del viejo sistema autárquico. Asumió la presidencia utilizando una argucia legal similar a la que Ben Ali empleó en 1987 para deshacerse de Habib Burguiba. La chapuza le duró 24 horas. Aun así, ha mantenido las riendas del poder. En un régimen tan presidencialista como el tunecino, de repente, el primer ministro es mucho más importante que el presidente. El veterano Fued Mebaza, un político dócil y tan benalista como Ganuchi, parece un cero a la izquierda.

El vacío de poder que ha dejado la caída del dictador es tan grande que la oposición ha entendido que sólo pueden llenarlo las personas que estuvieron a su lado. En esta línea ha hablado, por ejemplo, Nejib Chebbi, fundador del Partido Democrático Progresista (PDP), la fuerza con más entidad de la oposición legalizada, y nuevo ministro de Desarrollo Regional. Del nuevo gobierno opina que está bien porque mantiene a políticos del antiguo régimen con fama del solventes, incluye a la oposición - tres ministerios, uno para cada partido-y también incorpora a personalidades de la vida civil como la cineasta Moufida Tlatli y el bloguero y disidente Slim Amamu, liberado el pasado jueves después de su último encuentro con la policía benalista.

La opinión mayoritaria en los corrillos que ayer se formaron en el mercado Central de Túnez y en los cafés adyacentes coincide con Chebbi. Es verdad que del antiguo gobierno siguen ocho ministros y que conservan puestos clave como Asuntos Exteriores, Interior, Finanzas y Defensa. Pero también parece ser verdad que, al menos, estos cuatro ya habían dado en el pasado signos de apoyar una apertura de la dictadura. Ganuchi reforzó su voluntad de enmienda al entregar la cartera de Justicia a un independiente, el decano de los abogados, cuerpo que ha interpretado un papel destacado en la revolución. La falta de una justicia independiente ha sido uno de los lastres más pesados que ha debido arrastrar la sociedad tunecina. Aesta sociedad, que ayer recuperó un poco el pulso –fue claramente un día de inflexión–, Ganuchi le prometió investigar a fondo todas las fortunas sospechosas y tolerar la "libertad total de información". Los presos encarcelados por delitos de opinión serán liberados. Las oenegés pro derechos humanos podrán trabajar sin problemas. Tantas buenas intenciones, sin embargo, no convencen a todos. Unos mil sindicalistas, por ejemplo, se manifestaron en el centro de Túnez a favor de un cambio que expulse del poder a los benalistas. "Que no nos quiten nuestra revolución", gritó una mujer en primera fila del grupo que fue dispersado con tiros al aire, cañones de agua y botes de humo. Ganuchi incluyó a dos sindicalistas en el Gobierno pero no admitió ni a los islamistas ni a los comunistas, formaciones que todavía no son legales, aunque parece que hay intención de legalizarlas. El líder comunista, Hamma Hammami, opina que el gobierno de coalición es un farsa porque no representa al pueblo que ha hecho la revolución. Los muertos de esta revolución son 78, según el último dato aportado por el gobierno. Los heridos, 94. La lista no está claro si incluye a un fotógrafo francés fallecido ayer a causa del cartucho de gas que le reventó la cabeza en la manifestación del viernes.

18-I-11, X. Mas de Xaxàs, lavanguardia