el continuismo benalista, a la defensiva

Una vez caído el dictador Ben Ali, su guardia pretoriana, comandada por Ali Seriati, ahora en prisión, se apresuró a sembrar el caos y el terror. Disparó indiscriminadamente desde vehículos en marcha, asaltó comercios, intentó atracar el Banco Central y abrió las puertas de muchas cárceles. El ministro de Justicia afirmó ayer que 11.029 presos, un tercio del total, consiguieron fugarse. Sólo 1.532 han podido volver a ser detenidos. Los incendios en varios centros penitenciarios se cobraron 74 vidas. El Gobierno de transición, por su parte, ha puesto en libertad a 2.460 internos, gente con menos de seis meses de condena por delante y, al parecer, con las manos limpias de sangre. El Parlamento tiene pendiente de aprobación una ley de amnistía para los presos políticos. Seriati y cinco de sus lugartenientes se enfrentan a duras penas. Están acusados de liderar "un complot contra la seguridad interior del Estado". Una comisión de investigación determinará su papel exacto en la represión de las manifestaciones y en la violencia posterior a la caída de Ben Ali.

Con el suelo desapareciendo bajo sus pies, el primer ministro tunecino, Mohamed Ganuchi, luchaba ayer por mantener a sus aliados benalistas dentro del Gobierno. Este esfuerzo desesperado provocó muchas tensiones políticas y retrasó el anuncio del nuevo Ejecutivo.

En paralelo a esta lucha de poder y para demostrar su cambio de bando, Ganuchi anunció, a través de su ministro de Justicia, una orden de detención contra el ex presidente Zin al Abidin Ben Ali y su esposa, Leila Trabelsi, refugiados en Arabia Saudí.

Ganuchi ha repetido por activa y por pasiva su voluntad de conducir la transición, convocar elecciones legislativas y retirarse de la política. La calle, sin embargo, dominada por el sindicato UGTT y con amplios apoyos de la clase media, no le cree.

El dentista Mabruk el Metui está entre los que piensan que Ganuchi sólo quiere ganar tiempo para apuntalar el poder del neobenalismo. Esta teoría del Gatopardo - cambiarlo todo para que nada cambie-es compartida por la arquitecta Nabila Bakli, partidaria de no bajar la guardia hasta que no quede ningún benalista en el poder. "Hemos de extirparlos a todos", afirma.

Lo mismo piensan los miles de personas quea diario se manifiestan frente a la sede del primer ministro en la kasba. Cientos de ellas, violando un toque de queda ahora reducido de diez de la noche a cuatro de la mañana, duermen bajo la ventana de la oficina de Ganuchi. La policía no duda en utilizar gases lacrimógenos cada vez que amenazan el alambre de espino que blinda el edificio.

El primer ministro, que también lo fue de Ben Ali durante once años, podría salvar la cabeza si, a cambio, entrega la de los ministros de Defensa, Interior y Asuntos Exteriores. Su resistencia a este sacrificio provocó una negociación intensa, según el líder opositor Ahmed Nejib Chebbi. Incorporado al Ejecutivo de transición desde el primer día, Chebbi aseguró que el nuevo gobierno "será conveniente para la opinión pública".

La UGTT aceptaría la continuidad de Ganuchi si el gobierno es claramente tecnócrata e independiente. Mientras no lo sea, seguirá exhibiendo su músculo sindical. Ayer afirma que sacó a cien mil personas a las calles de Sfax, la segunda ciudad del país, paralizada por una huelga general, Hoy piensa repetir el paro en Sidi Buzid, la ciudad donde se quemó el mártir Buazizi.

Ante este acoso y derribo, el ministro de Justicia, Lazhar Karvi Chebbi, salió con la petición de busca y captura para Ben Ali, su esposa y el hermano de esta, Benhassen Trabelsi, refugiado en Canadá con su familia.

Arabia Saudí, que acogió a Ben Ali el pasado día 14, difícilmente lo extraditará. La orden, aun así, impedirá al dictador salir de Arabia, sobre todo hacia un país occidental. Su esposa, que huyó primero a Dubái, se cree que se ha reunido con él en Yida.

La justicia tunecina los acusa de "adquisición ilegal de bienes" y de envío ilegal de divisas al extranjero. La orden de busca y captura afecta a otros seis miembros del clan Trabelsi. Otros ocho familiares de la depuesta pareja presidencial están detenidos en Túnez con los mismos cargos. Esta mafia controlaba decenas de sociedades en todos los sectores de la economía.

27-I-11, X. Mas de Xaxàs, lavanguardia