el islamismo tunecino también sale a la calle

Los islamistas son los que más han sufrido la dictadura de Ben Ali en Túnez. Sus instituciones sociales y políticas estaban prohibidas, se les encarcelaba por delitos de terrorismo que no habían cometido y si querían trabajar en la administración, los hombres debían de afeitarse y las mujeres, ir descubiertas. A cambio de esta represión, el dictador obtenía el apoyo de Occidente. Ben Ali exageraba el peligro del terrorismo de inspiración islámica para justificar el puño de hierro y su estado policial.

De ahí que, desde su caída el pasado día 14, los islamistas hayan reaccionado con mucha timidez, temerosos de que la revolución no fuera más que un espejismo. Ayer, sin embargo, vencieron el miedo y, por primera vez, desfilaron por las calles del centro de Túnez. Apenas eran doscientos, pero suficientes para hacer oír sus demandas a favor del niqab, el hiyab y las barbas.

Su líder, Rachid Ganuchi, tiene previsto llegar mañana al aeropuerto de Cartago después de dos décadas de exilio en Londres. Un grupo de mujeres se han citado vía Facebook para recibirlo en bikini. Temen que un auge del poder islamista acabe con muchos de los derechos civiles que las equiparan con los hombres.

Ganuchi ha prometido moderación y respeto a la separación entre estado y religión. Su prioridad es la legalización del partido En Nahda y la derogación de la ley contra el terrorismo que tantos estragos ha causado entre su comunidad. Decenas de islamistas han sido encarcelados durante años y sometidos a un durísimo régimen de aislamiento en base a falsas acusaciones de pertenecer a bandas armadas.

En Nahda era un partido legal en los dos primeros años de la dictadura de Ben Ali. Sin embargo, fue prohibido en 1989, después de que en las elecciones legislativas se alzara con un 17% de los votos, lo que lo convertía en el segundo partido del país. Es de esperar que mantenga esta cuota electoral en unos comicios libres.

De organizar estas elecciones va a encargarse el primer ministro Mohamed Ganuchi, que ayer ordenó el desalojo de las personas que llevaban seis días acampadas en la casba, donde se encuentra su oficina. La policía utilizó gases y porras. Después de haber expulsado del gobierno a los últimos benalistas, tal y como pedían estos manifestantes, ha entendido que tenía la legitimidad suficiente para barrer a los que aún pedían su cabeza por haber sido primer ministro de Ben Ali durante once años.

29-I-11, agcs/red, lavanguardia