del PIB al FIB, cambiar de indicador vital humano

Occidente mira a Buda y a Bután, un remoto país oculto entre las cumbres del Himalaya. Bután recoge en cierta medida aquellas teorías que emergieron en los años 70 desde la economía ecologista y el movimiento feminista para replicar al todopoderoso PIB como único medidor del
bienestar de una sociedad. Jigme Thinley, primer ministro de Bután, defendió hace unos días en
Madrid un cambio de paradigma, superar el producto interior bruto (PIB) al entender que “no es
un indicador fiable de la satisfacción vital: el crecimiento económico ilimitado ya no es sostenible
porque es a costa de los recursos naturales”.

En este rincón del Himalaya ya han puesto en práctica su felicidad interior bruta (FIB), que pretende evaluar el grado de bienestar de sus habitantes en función de parámetros como el
grado de conservación de su entorno natural y de su patrimonio cultural o la distribución equitativa de la riqueza. En tanto país budista, Bután presta especial atención a la naturaleza y, consiguientemente, al impacto del cambio climático. Precisamente una de las principales críticas al PIB es que “es insensible al agotamiento de los recursos naturales que frecuentemente acompaña a las actividades económicas”, apunta Jordi Roca Jusmet, catedrático de Teoría Económica de la Universitat de Barcelona. Para Roca Jusmet, “las variaciones del patrimonio
natural no afectan al PIB, de forma que el “éxito económico” de una economía puede esconder
la destrucción acelerada de los recursos de los que depende sin que el PIB nos dé ningún aviso
de ello”.

Indicadores de bienestar
Felicidad interior bruta. Bután evalúa la felicidad de sus habitantes según cuatro conceptos: un desarrollo socioeconómico sostenible y equitativo; la preservación de la cultura; el respeto al medio ambiente, y el buen gobierno.
Índice del planeta feliz. La New Economics Foundation analiza la esperanza de vida, la huella ecológica y la percepción de felicidad del ciudadano de 143 países. En su último estudio, del 2009, Costa Rica encabeza el ranking y España ocupa la posición numero 76.
Índice de bienestar de Canadá. Salud, vitalidad de la comunidad, tiempo libre, acceso a la educación y a la cultura y compromiso democrático fijan el índice elaborado por la Universidad de Waterloo.
Índice de desarrollo humano. El PNUD creó hace 20 años este sistema para evaluar el bienestar del mundo (véase la página siguiente).
Progreso genuino. El IPG, que se remonta a los años 50, incorpora actividades no remuneradas
por el mercado, como el trabajo doméstico, el cuidado de familiares o el voluntariado. También incluye los costes derivados de la degradación ambiental, las desigualdades de renta, la deuda externa y la delincuencia.
Ahorro genuino. Indicador elaborado por el Banco Mundial que divide la riqueza de los países en cuatro ámbitos: el capital natural, el humano, el físico y el social.
Índice de bienestar económico sostenible. Desarrollado por Daly y Cobb, también incluye el trabajo doméstico y descuenta el coste de las externalidades asociadas a la polución y el consumo de recursos.

LA HUELLA ECOLÓGICA
Establece el área biológicamente productiva, tanto terrestre como marina, necesaria para producir los recursos que consume la humanidad y absorber los desechos que provoca.

El PIB, en cuanto mide sintéticamente la actividad económica, es sencillo y fácil de aplicar; de
hecho, su evolución positiva o negativa determina en buena medida el éxito o el fracaso de un gobierno, pero es limitado, pues obvia cuestiones cada vez más relevantes para las sociedades desarrolladas, como el tiempo dedicado al trabajo y al ocio o el valor de los ecosistemas. “Tendríamos que ir hacia un conjunto de índices que midan la situación social y ambiental. El PIB debería dejar de considerarse como el indicador de progreso de la sociedad y dar más importancia en el debate político a un conjunto de indicadores sociales y ambientales: la esperanza de vida, la desigualdad, las emisiones de gases de efecto invernadero...”, añade Roca
Jusmet.

De momento, el índice de desarrollo humano (IDH) del Programa de las Naciones Unidas para
el Desarrollo (PNUD) diseñado por el premio Nobel Amartya Sen
hace veinte años es la iniciativa
que ha llegado más lejos. “El IDH ha tenido un papel positivo porque ha difundido la idea de
que el PIB no lo es todo”, opina Roca. Junto al IDH ha proliferado un variopinto abanico de índices, unos más científicos que otros. Junto a la ONU, a premios Nobel de Economía, a fundaciones internacionales o al mundo académico, también la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), el presidente francés Nicolas Sarkozy, el Banco Mundial y la Unión Europea se han sumado al debate sobre la necesidad de complementar el PIB con otros medidores del bienestar.

Algunos han cobrado cierta notoriedad. La New Economics Foundation (NEF) de Londres ha elaborado el índice del planeta feliz (IPF), que en su última revisión (2009) lidera Costa Rica,
un país cuyo PIB representa la cuarta parte del de EE.UU. El IPF combina esperanza de vida,
con satisfacción vitalyhuella ecológica (concepto que evalúa el impacto sobre el planeta de un determinado estilo de vida) para establecer el bienestar de una sociedad. “Si no eres pobre, tener más no significa ser más feliz; cuando los gobiernos presentan cada trimestre los datos del PIB también deberían dar a conocer la evolución del capital natural, es decir, si vivimos fuera de los límites de la tierra; de bienestar humano, si la gente tiene tiempo libre, sufre estrés..., y de justicia social, si los recursos están repartidos de manera equitativa”, apunta Aniol Esteban, responsable de Economía Medioambiental de la NEF.

Cada vez más economistas rechazan la idea de que más PIB signifique más bienestar. Puede
subir el PIB y a la vez aumentar el número de parados y dispararse las desigualdades. “Lo básico
es darnos cuenta de que el objetivo de la sociedad no tiene por qué pasar por el crecimiento económico, sino por aspirar a la felicidad, que no es un concepto tan abstracto. La Encuesta Mundial de Valores fija mecanismos para determinar el grado de satisfacción vital; por ejemplo, en Estados Unidos la satisfacción vital se ha estancado desde los años setenta: el consumo ha aumentado, tienen coches más grandes, pero trabajan más horas y se declaran menos felices”, opina el filósofo Jordi Pigem.

La OCDE también ha iniciado un proceso de reflexión sobre el tema, asume que 50 años de progreso económico no se han traducido en que los ciudadanos se sientan más felices y constata
que la crisis económica invita con más vigor a que los gobiernos se afanen en hacer un diagnóstico más sofisticado de los escollos que limitan el bienestar. La Comisión Europea se ha fijado como tope el 2012 para diseñar un índice que evalúe el daño y la degradación del medio ambiente y para mejorar las estadísticas sobre calidad de vida.

Planteamientos en la línea del “paradigma más holístico” defendido por el primer ministro de
Bután. Desde las cumbres del Himalaya sostienen que disponer de más tiempo libre, facilitar el
acceso a una naturaleza prístina, el equilibrio mental o la vitalidad de la comunidad juegan más a favor de la calidad de vida que un PIB estratosférico.

5-XI-10, R.M. Bosch, lavanguardia

En la década de los 60 la economía de Pakistán experimentó un notable crecimiento, de un 6% anual durante diez años. ¿Un éxito? A medias. Mahbub ul Hap, en aquella época economista de la comisión de planificación pakistaní, alertó de que la diferencia de ingresos entre Pakistán oriental y occidental había aumentado más del doble y que los salarios en la industria habían caído. Además, sólo veintidós familias controlaban gran parte de los bienes del país. Mucho crecimiento pero mucha desigualdad. Fue Ul Haq quien convenció al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) de que impulsara informes independientes alternativos al PIB para evaluar el bienestar. Así se fraguó hace 20 años el primer índice de desarrollo humano (IDH) del PNUD.

El IDH número 20 se presentó ayer en Nueva York con el mensaje de que la conservación del medio ambiente y la sostenibilidad del bienestar son nuevos desafíos, según destaca el premio
Nobel de Economía Amartya Sen, uno de los padres del IDH. Noruega vuelve a ser el país con un IDH más alto, índice que resume los datos sobre esperanza de vida, matriculación escolar e ingresos per cápita. Este nuevo informe incorpora tres indicadores nuevos que reflejan la
desigualdad multidimensional, las disparidades por sexos y la pobreza extrema. España repite
en el puesto número 20 respecto al año pasado, pero sube un escalón comparado con el 2005. Las últimas 14 posiciones las ocupan países africanos. Desde 1990, el IDH mundial promedio ha aumentado un 18%; sólo la RD de Congo, Zambia y Zimbabue no han mejorado sus resultados.

Los países que avanzan más lentamente son los afectados por la epidemia de sida en el África subsahariana y los que integraban la antigua URSS, donde la mortalidad de personas adultas va en aumento. Por el contrario, China, Indonesia y Corea del Sur, también Nepal, Omán y Túnez, han logrado un importante progreso.

El informe reitera que “el desarrollo humano es distinto del crecimiento económico y que es posible lograr adelantos significativos incluso en condiciones de crecimiento lento”. También
destaca que la desigualdad en la distribución de los ingresos ha crecido en muchos más países
que en los que ha retrocedido, fenómeno más preocupante en la ex URSS, y advierte que uno de
los principales obstáculos para prosperar es la destrucción del medio ambiente. En este sentido,
urge “romper el estrecho vínculo entre crecimiento económico y emisiones de gases de efecto invernadero”. El PNUD alerta de que “todavía existe la amenaza de volver a entrar en recesión” y recuerda que la crisis financiera ha destruido 34 millones de puestos de trabajo y ha empujado a otros 64 millones de personas (del total de 1.440 millones) a sobrevivir con un euro al día.

El PNUD presta especial atención a la desigualdad entre sexos: Holanda es el país que, en
este aspecto, ha hecho mejor los deberes, seguido de Dinamarca, Suecia y Suiza. En el extremo
opuesto están la República Centroafricana, Haití y Mozambique. Las naciones cuya distribución
del desarrollo humano es desigual también evidencian una mayor desigualdad entre hombres y mujeres.

La monumental batería de este IDH invita a que los gobiernos reflexionen sobre qué tiene que cambiar para ofrecer más bienestar a sus poblaciones. Uno de los consejos es que “la sociedad
se verá enormemente beneficiada si concentra sus esfuerzos en implementar reformas para
promover la igualdad”.

5-XI-10, R.M. Bosch, lavanguardia