´Camps, TV3 y la Viagra´, Francesc-Marc Álvaro

No es casual. Los valencianos han dejado de ver TV3 cuando sólo faltan tres meses para las elecciones autonómicas en su comunidad. No es por azar ni por una suma de coincidencias que sea precisamente ahora cuando, mediante varias y cuantiosas multas, el gobierno que preside Francisco Camps -candidato a la reelección a pesar del caso Gürtel- arremete definitivamente contra la entidad que ha hecho posible las emisiones de Televisió de Catalunya en territorio valenciano, Acció Cultural del País Valencià. Este episodio de censura política sobre un medio público coloca a España en una situación impresentable dentro de la Unión Europea, lo cual obliga al Gobierno central y al Congreso de los Diputados a tomar cartas en el asunto, a menos que la democracia y las libertades básicas sean algo de una elasticidad inaudita; por ejemplo, el Estado español es de un celo extremo con el análisis minucioso de los estatutos de un partido político vasco mientras parece actuar como una república bananera ante una norma creada ex profeso para bloquear el libre acceso a un medio de comunicación. Ideal para que la ministra Trinidad Jiménez se dé un garbeo haciendo pedagogía de urgencia entre los regímenes del norte de Áfricay del golfo Pérsico...

El imputado Camps se preparó el terreno y, en diciembre pasado, al más puro estilo Berlusconi, su gobierno modificó la ley ad hoc para que el acoso a la entidad de Eliseu Climent fuera por la vía rápida. Más que nunca, Camps necesitaba Viagra para acudir a las urnas como un héroe, lejos de la estampa de villano de sastrería. El cierre de TV3 le hace aparecer como el gran defensor de las esencias ante el vecino del norte, sospechoso por antonomasia. Mientras el Tribunal Supremo no se pronuncie, esta vergüenza antidemocrática sigue adelante, ante la pasividad y el silencio de las almas progresistas de las Españas que -me imagino- andarán muy ocupadas apoyando el lenguaje de las focas australes, que esas no aspiran -por ahora- al concierto económico.

21-II-11, Francesc-Marc Álvaro, lavanguardia