Buteflika levanta el estado de urgencia (18 años después)

El presidente Abdelaziz Buteflika intentaba ayer frenar el tren del descontento popular con una batería de ayudas sociales y reformas administrativas que han de permitirle comprar la paz social y política en Argelia. Aunque todo parece indicar que la vieja estructura republicana aguantará el envite de las reivindicaciones, Buteflika necesita tomar la iniciativa si no quiere verse arrastrado por una oleada de protestas que, por ahora, sólo se ceban en el primer ministro. Los militares, guardianes del orden constitucional, estarían dispuestos a acompañar la profunda reforma del sistema, anquilosado por la herencia socialista y la profunda cultura burocrática.

La primera medida, cargada de simbolismo, la tomó el consejo de ministros el martes a última hora. Reunido en Argel y presidido por Buteflika, decidió levantar el estado de emergencia, que estaba en vigor desde 1992. Esto va a permitir rebajar la presencia de las fuerzas policiales y del ejército en la vida cotidiana de los argelinos. Asimismo, ha de servir para que las corrientes políticas y sindicales de la oposición respiren con más tranquilidad. El debate político, desde hace un par de años por lo menos, ha sido más intenso en Argelia que en cualquier otro país del Magreb. Esto no significa, sin embargo, que el régimen no haya tenido a su servicio todos los instrumentos necesarios para desprestigiar y dividir a la oposición. El estado de emergencia, establecido para luchar contra el terrorismo, se ha utilizado, como denuncia la oposición, para recortar derechos civiles y políticos. Levantarlo, además, no va a significar la vuelta de los militares a los cuarteles porque la amenaza del terrorismo de inspiración islámica, según el Gobierno, sigue justificando su presencia en la calle.

A la calle, sin embargo, mucho más que el terrorismo le preocupa el deterioro de la vida social y laboral. Las huelgas sectoriales se reproducen como conejos en un campo abonado a todo tipo de quejas. Los secretarios de los juzgados hace una semana que mantienen paralizada la actividad judicial. Los funcionarios municipales hace tres días que no trabajan.

El personal sanitario realiza paros intermitentes desde hace dos semanas y los estudiantes universitarios, sobre todo los de ingeniería, han paralizado diversas universidades porque temen que su licenciatura se devalúe con un nuevo cambio de titulaciones. Es la típica reforma administrativa, surgida de la reina de todas las burocracias (la argelina), que no sirve para nada salvo para mantener las ventanillas de la administración atestadas de ciudadanos airados.

El gobierno, en un claro gesto de quien va a remolque, ha prometido retirar la reforma y preservar el valor de las titulaciones, pero esto no ha impedido, en otra típica reacción argelina, que los estudiantes mantengan su postura, reforzados, ahora, por la carga policial que sufrieron el martes y por un puñado de compañeros, como los de la Universidad Hadj Lakhdar, que por pedir piden hasta ventanas nuevas porque las actuales no cierran bien y el frío - la mínima de estos días en Argel ronda los siete grados-es insoportable.

Cuando un Gobierno ha de preocuparse de que las ventanas cierren bien es que su debilidad es extrema. De ahí que esta tarde el presidente Buteflika, durante un discurso que ha programado en horario de máxima audiencia, pueda anunciar cambios en la administración e, incluso, el relevo del impopular primer ministro Ahmed Ouyahia.

Buteflika, consciente de que un cambio de chisteras no solucionará nada, también ha activado varias medidas para fortalecer el tejido industrial, especialmente el de las pequeñas y medianas empresas, que son las que más empleo pueden generar. Los bancos, por ejemplo, disponen ya de una línea de crédito de mil millones de euros para financiar proyectos a medio y largo plazo, siempre y cuando, claro está, la burocracia se lo permita.

24-II-11, Xavier Mas de Xaxàs, lavanguardia