´Los próximos focos de conflicto´, Said Aburish

La población de Oriente Medio se pregunta dónde surgirá un nuevo foco conflictivo. Pueden producirse fácilmente nuevas llamaradas, y el reconocimiento de los vientos de cambio que soplan sobre Oriente Medio es ya algo generalizado. Aunque Libia se ha situado en cabeza después de Túnez y Egipto, cabe señalar que Argelia, Bahréin, Yemen y Kuwait participan asimismo en la carrera. La percepción de la gente en el sentido de que pueden cambiar gobiernos se refuerza en lugar de menguar. El lema "Poder para el pueblo" domina el horizonte.

Dos factores son ya evidentes. El apoyo de EE. UU. al cambio comporta indudables peligros para quienes dependen de esa potencia para su protección y, a largo plazo, esta no podrá mostrar la misma eficacia que antes en calidad de árbitro en las disputas entre países de Oriente Medio. En la actualidad, EE. UU. sigue una política dedicada sólo a proteger sus propios y claros intereses, como el suministro de petróleo. La era en que protegía dinastías y figuras políticas ha tocado a su fin. Además, la nueva política estadounidense incluye la aceptación de la mayoría de las exigencias de la calle árabe. Por otro lado, y confiando en lo mejor, no creo que Irán vaya a caer en breve plazo a instancias de la presión popular. Irán cuenta con dos instituciones capaces de mantener el país cohesionado, las fuerzas armadas y el estamento religioso. En consecuencia y por el momento, el Gobierno a cargo del estamento religioso está relativamente asegurado, aunque no totalmente.

En Yemen, Estado y gobierno son prácticamente inexistentes. El país se ha fragmentado en grupos y formaciones tribales. Sin gobierno central digno de tal nombre, cabe la posibilidad de que la situación presente reduzca Yemen a un Líbano de los años 70. Causa asombro que Iraq disponga de un gobierno central que, por cierto, podría beneficiarse de la ola actual de agitación. Cualquier signo de debilidad de la posición estadounidense o iraní en Iraq o con relación a su papel como potencias influyentes aportará a Iraq un mayor grado de confianza en sí mismo. Entre tanto, el irresuelto problema kurdo volverá a hacerse sentir.

Arabia Saudí es la joya más preciada debido a sus reservas de petróleo y su importancia en el plano religioso. Las riquezas de la familia real saudí encuentran los caminos apropiados para que de hecho quede bloqueada la expresión social de los auténticos deseos del pueblo. A diferencia de otros periodos, invierte dinero en proyectos de promoción e infraestructuras que revierten positivamente en la población. Sin embargo, resulta algo tarde, ya que la corrupción y el abuso de poder han provocado un distanciamiento por parte de la juventud respecto del Gobierno. La posibilidad de reconciliación entre ambas partes es inexistente. Los problemas de estos países no son similares salvo por la existencia de todos esos elementos islámicos presentes en el seno de la oposición a los regímenes preestablecidos. La mayoría de los grupos islámicos no son lo suficientemente fuertes como para plantearse la posibilidad de apoderarse de un país. Y otros son demasiado pequeños como para alzarse con el éxito aun cuando se presente la oportunidad.

El islam podría mantener la cohesión de Arabia Saudí, ya que ningún otro factor podría reemplazar el actual sistema tribal respaldado por EE. UU. El conflicto estriba entre la pureza del tribalismo de la casa de Saud y el colonialismo de EE. UU., pero el enemigo es un resurgimiento del islam militante. Y aquí es donde puede producirse un auténtico conflicto a falta de circunstancias atenuantes. No se olvide que con el islam y EE. UU. atrapados en mortal combate, poco margen resta para la intervención o influencia de elementos extranjeros. Si es seguido el ejemplo de Túnez y Egipto, predominará una variedad moderada del movimiento islámico. ¿Es la hora de los moderados que creen que pueden convivir con unos Estados Unidos que no interfieran?

Si Arabia Saudí parece segura, Jordania, gracias a su rey Abdalah, lo está totalmente. Israel no permitirá allí el cambio. Los palestinos no lo quieren a cambio de Palestina. Y las fuerzas armadas defenderán Jordania porque, sin ella, los beduinos no tienen nada que hacer.

Por último, la cuestión fundamental de qué hacer para solucionar el conflicto palestino-israelí puede resolverse acaso en la calle árabe o en relación con ella. O el problema se rearabiza y se vuelve a convertir en el factor decisivo de todo, o los palestinos miran en su derredor y acuerdan que convivir con Israel es lo que más les conviene. Una cosa es cierta. Cualquiera que sea el panorama que prevalezca, no hay lugar en él para una corrupta OLP. La cuestión es si hay lugar en él para Israel. Tal vez estoy hablando de disturbios en Tel Aviv. Cosas más raras han sucedido. Permanezcamos atentos al programa.

 

26-II-11, Said Aaburish, escritor y biógrafo de Sadam Husein; autor de ´Naser, el últimoárabe´, lavanguardia