´La extradición de Assange´, lavanguardia

Un juez británico ha fallado que el australiano Julian Assange, fundador y máximo responsable de Wikileaks, deberá ser extraditado a Suecia para hacer frente a los cargos de violación y acoso sexual presentados por dos mujeres que el hacker,editor y periodista conoció en agosto del año pasado. Assange sostiene que los cargos son falsos porque las relaciones mantenidas con las denunciantes fueron siempre consentidas. Sus abogados ya han hecho saber que apelarán, entre otras razones, porque afirman que su defendido no tendría un juicio justo, dada la postura sobre el caso de la opinión pública y del primer ministro del país escandinavo.

Más que los supuestos delitos sexuales del creador de Wikileaks, lo que preocupa a su equipo defensor y a sus partidarios es que, una vez entregado a las autoridades suecas, Assange sea extraditado finalmente a Estados Unidos, extremo que podría implicar un procesamiento mucho más grave, por alta traición y espionaje; hay que recordar, en este sentido, que sectores ultraconservadores han pedido que el impulsor de la difusión de más de 250.000 documentos secretos de la diplomacia y las fuerzas armadas estadounidenses sea condenado a pena de muerte. La hipótesis de un Assange tratado como un peligroso terrorista provocaría una polémica política a escala global y también dispararía todas las alarmas entre los periodistas y las empresas de comunicación.

El tira y afloja entre Assange y la justicia británica posiblemente no se resuelva hasta el verano y puede tener derivaciones imprevistas, verbigracia una eventual intervención del Tribunal Europeo de Derechos Humanos. En todo caso, el fenómeno Wikileaks entra ahora en una nueva fase, mucho más relacionada con las peripecias de su cabeza visible que con el impacto que las revelaciones de este portal han tenido y tienen en la credibilidad de ciertos gobiernos y en la imagen de la diplomacia mundial. Más allá de la verdad o la falsedad de los cargos contra el periodista australiano, más allá de su buscado o accidental protagonismo, y más allá de las luces y las sombras en su labor, su iniciativa ha contribuido de manera especial, rompedora y singular a interpelarnos directamente sobre los límites del quehacer informativo y sobre la naturaleza del periodismo del siglo XXI en relación con las fuentes, los poderes y una ciudadanía que desea tener un conocimiento lo más veraz posible de la realidad.

Es deseable que el culebrón sobre Julian Assange no desfigure ni banalice lo que Wikileaks significa y representa.

26-II-11, lavanguardia