´El mártir´, Llŕtzer Moix

Moriré como un mártir, anunció esta semana el tirano libio Muamar el Gadafi durante un delirante discurso televisado en el que enalteció su obra tras masacrar a sus oponentes. Ya dijo Orwell que el lenguaje político está a veces diseñado para que las mentiras suenen como verdades y el asesinato parezca respetable. Muchos dictadores consiguen usar ese lenguaje de modo casi natural. Otros, no. Pero todos lo intentan. Incluido Gadafi, que ahora, a un paso del fin, se presenta como mártir; es decir, como una persona que muere por seguir fiel a su religión. ¿Y cuál es la religión de Gadafi?, cabría preguntarse. Pues, a juzgar por su guardia de corps femenina, la manera en que lanza la aviación contra sus súbditos y su riqueza, podríamos decir que es un peculiar sincretismo, basado en el machismo, la crueldad y el robo.

Menciono a Gadafi como mero ejemplo, por razones de actualidad. Pero lo que pretendo es llamar la atención sobre el conjunto de déspotas ahora amenazados en el norte de África,en la península arábiga o más allá, y sobre lo que les une por encima de diferencias étnicas: la cleptomanía (inclinación a hurtar a menudo) y la cleptocracia (forma de gobierno donde el poder se usa para el lucro ilícito).

Las cifras cantan. Se estima que Ben Ali, el depuesto autócrata tunecino que abordó el avión del exilio cariñosamente guiado por su esposa - "¡Súbete, imbécil!", le conminó-,amasó una fortuna de 730 millones de euros. El egipcio Hosni Mubarak, tan modoso y severo en sus últimos discursos, al parecer reunió en 30 años de sacrificada satrapía bienes por valor de 53.000 millones (cantidad comparable a la de ciertas dinastías petroleras). Dando un salto a Extremo Oriente, les gustará saber que el presidente norcoreano Kim Jong Il atesora 730 millones. Y, de vuelta a África,que el guineano Obiang dispone de no menos de 440 millones, y que el general (y recordman)nigeriano Abacha tuvo tiempo para rapiñar 22.000 millones antes de pasar a mejor vida.

Organizaciones como Transparency International llevan años luchando contra la corrupción y recopilando y difundiendo datos como los aquí expuestos. Pero su predicamento es limitado. Su último informe indica que el 75% de los 178 países analizados en el 2010 tenían unos índices de corrupción elevados. Y, lo que es peor, da a entender que el conjunto de ciudadanos e instituciones del mundo todavía no combate vigorosamente tan masiva lacra.

El fenómeno tiene su lectura cómica. Como decía Chesterton, aficionado a la paradoja, "los ladrones respetan tanto la propiedad privada que aspiran a hacerla suya para poder respetarla aún más". Pero, dados sus terribles efectos, deberíamos leer la realidad con toda seriedad. Por ejemplo, haciéndonos esta pregunta: ¿qué puedo hacer yo para que ladrones sanguinarios y machistas no ocupen los cargos que corresponden a los más honestos, justos y sensatos?

27-II-11, Llàtzer Moix, lavanguardia