´Fracaso´, Xavier Batalla

Hubo un tiempo en que el coronel Muamar el Gadafi cayó bien en Occidente. Primero, porque fue entrenado por los británicos; después, por su carácter imprevisible, lo que fascinó a buena parte de la prensa europea de la década de 1970 y le convirtió en un impagable inspirador de superventas. Y, además, tenía petróleo por un tubo.

Gadafi accedió al poder el 1 de septiembre de 1969, después de un rocambolesco golpe que sorprendió al rey Idris tomando baños contra el reuma en Turquía. El golpe estaba previsto para el 12 de marzo, pero aquella noche cantaba en Trípoli Um Kalsum, la musa de Naser - el héroe del coronel libio-,y Gadafi, un golpista sensible, decidió suspender la tentativa. Desde entonces, Gadafi ha sido un teórico de lo que denominó la "democracia perfecta", un visionario de la unidad árabe, patrocinador de movimientos terroristas y entusiasta intervencionista desde Chad hasta Zimbabue.

Todos los presidentes estadounidenses, al menos desde John Kennedy, se han obsesionado con algún dirigente de la periferia. Kennedy tuvo una fijación con Castro, que se le aparecía en forma de misil. A Johnson le quitó el sueño Ho Chi Minh. Nixon, por el contrario, le quitó el sueño a Salvador Allende. Ford no tuvo tiempo ni para pesadillas. Carter se las tuvo con Jomeini, como Bush padre y Bush hijo con Sadam Husein. Y Reagan propinó un capón a Gadafi, que fue bombardeado en 1986. Pero Gadafi, impetuoso, místico, antioccidental y anticomunista, logró sobrevivir e incluso se rehabilitó a ojos occidentales.

Imprevisiblemente, y quizá porque escarmentó en la cabeza de Sadam Husein, Gadafi dio un giro copernicano, algo bien visto en Occidente, aunque no desde siempre. Después de una visita del entonces primer ministro británico, Tony Blair, a Trípoli, Gadafi aceptó indemnizar a los familiares de las 270 víctimas occidentales del atentado de 1988 contra un avión de Pan Amen Lockerbie (Escocia) y anunció que renunciaba al armamento nuclear. Occidente aplaudió a rabiar, incluido José María Aznar, a quien Gadafi le regaló un caballo llamado El Rayo del Líder.

Las cosas volvieron a complicarse cuando Gadafi celebró, hace dos años, el 40. º aniversario de su golpe. Los líderes occidentales boicotearon los festejos porque consideraron que Libia había recibido como a un héroe a Abdelbaset al Megrahi, el único condenado por el atentado de Lockerbie, que fue puesto en libertad en Escocia por padecer un cáncer en fase terminal. Pero la sangre tampoco llegó al río. Washington había establecido relaciones diplomáticas con el régimen libio y el italiano Silvio Berlusconi le dio en el 2008 cinco mil millones de dólares como indemnización por los abusos de sus antecesores en Libia.

Ahora, la brutal represión desatada por Gadafi abochorna a los gobiernos europeos. El coronel ha sido un fracaso, pero los dirigentes de la Unión Europea también se han lucido. En Libia, y por una vez, su política exterior fue común.

27-II-11, Xavier Batalla, lavanguardia