´La fascinación de los dioses´, Ferran Requejo

La fascinación de los dioses

El cerebro humano es un producto de la evolución. A través de 3.600 millones de años, el desarrollo y multiplicidad de distintas especies ha resultado espectacular. La primera especie del género Homo es de hace sólo unos 2,5 millones de años. Yla aparición de ese curioso animal, que con más arrogancia que acierto denominamos Homo sapiens, se produjo hace unos 200.000 años, un instante en términos evolutivos. No sabemos cuándo, pero con él vino una revolución cerebral: el desarrollo de un lenguaje más simbólico y abstracto. Desde entonces no hemos parado de formular preguntas básicas - ¿qué y quiénes somos?, ¿cómo es el universo?, ¿cómo debemos comportarnos?, ¿quién debe tomar las decisiones colectivas?- y ofrecer un número asombroso de respuestas.

Las religiones son un tipo de esas respuestas. Unas respuestas que han fascinado a los humanos desde hace decenas de milenios. La humanidad se ha mostrado muy creativa en el momento de inventar espíritus y dioses. Se trata de un fenómeno presente en todas las latitudes. El supermercado de las ideas religiosas está repleto de productos. Varias parecen ser las razones de ello. En primer lugar, se trata de ideologías económicas, es decir, baratas. Con poco se da respuesta a mucho. Por un lado se responde a cuestiones sobre el mundo, su origen y su relación con los humanos. Se crean mitos fundacionales y paraísos pretéritos o futuros. La proliferación de espíritus y divinidades resulta útil para organizar mentalmente el cosmos. Por otro lado se da respuesta a preguntas existenciales. Sabemos que las religiones no nos hacen moralmente mejores, pero también sabemos que moriremos, y la pregunta sobre otros mundos provoca miedos y desasosiegos. A pesar de su precariedad racional, tener esperanzas religiosas o espirituales reconforta emocionalmente a muchos humanos. En segundo lugar, las religiones han resultado ser políticamente útiles. Especialmente desde que se consolidaron los primeros imperios tras la revolución neolítica, la más importante de todas. Las religiones rígidas y burocratizadas fueron un buen recurso para legitimar los nuevos órdenes jerárquicos a través de concepciones totalizantes. De ahí su peligrosidad.

Las democracias liberales han representado un control de los desmanes históricos asociados a las religiones. Especialmente a las de carácter monoteísta, las que mejor permiten matar y morir por ellas. Privatizar la religión, es decir, domesticarla, ha sido una de las mayores victorias para la emancipación política y moral. Sin libertad religiosa y de pensamiento no hay democracia. Lo dice bien E. Bloch: "Lo mejor de la religión es que crea herejes". No todo iban a ser desgracias en esto de las religiones. Pero lo más importante es tener la libertad de poder prescindir de todas ellas. En lo personal para los que quieran. Y en lo público para todos.

lavanguardia, 16-IV-06