Casandra(s nucleares)

+ dossier energía nuclear (tras Fukushima)

Las autoridades de la seguridad nuclear de Estados Unidos ya se plantearon a principios de los años setenta no autorizar la licencia a las plantas de General Electric con el mismo diseño que las de Fukushima. Uno de los puntos débiles del diseño detectados era la dificultad de estas plantas para poder evacuar una presión excesiva del vapor en el edificio de contención si no había suficiente refrigeración en el núcleo. La necesidad de liberar esta presión de vapor, que contiene elementos radiactivos, ha sido una de las causas de las explosiones en tres reactores y de la liberación de contaminación radiactiva.



Algunos miembros del organismo regulador de la seguridad de EE. UU. ya consideraron que no era fiable la disposición del diseño de estas plantas, en el que el edificio de contención se circunscribe al núcleo del reactor. Uno de los consejeros de la Comisión de Energía Atómica de Estados Unidos - el organismo que luego se convirtió en la Comisión de Regulación Nuclear, NRC-recomendó al resto de los consejeros, por carta - el 20 de septiembre de 1972-,que se "desaconsejara en el futuro el uso de los sistema de alivio de la presión", que liberan la presión excesiva del vapor en el interior del edificio. Asimismo, pidió que tales diseños no fueran aceptados en los permisos de construcción a partir de la fecha que decidiera este organismo. Esta documentación fue manejada por los grupos ecologistas españoles, que se opusieron a la construcción de Garoña, de igual diseño.

La carta del consejero S. H. Hanauer fue contestada por su colega Joseph Hendrie, que se opuso a la idea de proscribir este sistema. "Una marcha atrás, especialmente ahora, podría ser el fin de la energía nuclear", dice antes de admitir que la decisión haría ilegales las plantas de General Electric.

Todas estas advertencias tiene algo de premonitorio. Los fallos de los sistemas de alivio de la presión han sido una de las claves de la angustiosa situación que viven los tres reactores de Fukushima. Estos sistemas están diseñados para poder extraer la presión excesiva del vapor generado en el edificio de contención y regular así la temperatura del núcleo (conjuntamente con el circuito de refrigeración).

Pero sus carencias han sido tales que la empresa explotadora (primero con control y luego sin él) ha debido recurrir a la evacuación masiva de este vapor radiactivo para no causar males mayores.

Tras el seísmo, la seguridad automática funcionó en Fukushima. Cayeron las barras de control, que neutralizan la reacción en cadena de la fisión nuclear. Y la planta dejó de funcionar. Pero en esta situación se precisaba una refrigeración extra, dado que los productos de fisión producen, en paralelo a su desintegración, un calor suplementario. De ahí los intentos desesperados de refrigerar el núcleo con aportes de agua de mar y boro al fallar el sistema de emergencia. De hecho, si no se da ese
enfriamiento, el agua en ebullición a presión se va evaporando, y eso comporta una peligrosa presión excesiva del vapor en el edificio. Como las vainas de los elementos combustibles quedan al descubierto, al entrar en contacto con las altas temperaturas y el oxígeno se produce hidrógeno, de gran poder explosivo. De ahí la necesidad adicional de liberar la presión.

La carta ya alertaba también que “la generación de hidrógeno tiende a ser un problema más serio” en los sistemas con este tipo de edificación.

16-III-11, A. Cerrillo, lavanguardia