´Egipto: Cambio tutelado´, Xavier Batalla

Los egipcios no vivirán hoy una jornada cualquiera. Acudirán a las urnas, algo que ya se les dejaba hacer en los últimos tres decenios. Pero lo novedoso en esta ocasión es que votarán en una consulta cuyo resultado no saben de antemano. Hosni Mubarak, derrocado el 11 de febrero, no sabía mucho de democracia, pero en treinta años no tuvo una sola mala jornada electoral. Ahora, este sábado, los egipcios se pronunciarán en referéndum sobre la limitada reforma constitucional propuesta por la cúpula militar que tutela el cambio.

El ejército egipcio, encabezado por el mariscal Mohamed Tantaui, no deja de sorprender. Primero, al estallar la revuelta popular contra Mubarak, se declaró neutral para satisfacción de la Coalición de Jóvenes 25 de enero, que fue el origen de la protesta; después derrocó al que fue su jefe durante tres decenios, y ahora tiene prisa para poner en marcha la reforma. Pero la prisa de los militares, cuya tutela tranquiliza a los líderes occidentales, puede ser una mala consejera, según teme la oposición.

La cúpula militar no ha perdido el tiempo. Nada más ponerse al frente de la manifestación, los militares nombraron un comité para que enmendara la Constitución de 1971, que fue suspendida, como el Parlamento, tras el golpe. Y el comité tampoco se durmió: en diez días hizo los deberes. El electorado egipcio, sin embargo, no ha tenido mucho tiempo - sólo tres semanas-para examinar lo propuesto. La ley fundamental de 1971 no era muy conocida, pero con los cambios propuestos ahora pasa tres cuartos de lo mismo. Y si El Cairo es un auténtico hervidero político, como pude comprobar esta semana, no todo Egipto (cuarenta millones de votantes) se manifestó en la plaza Tahrir.

Los cambios constitucionales que serán sometidos hoy a referéndum despejan algunas de las incógnitas que preocupaban a la oposición, pero suscitan otras. El comité ha propuesto que el mandato presidencial sea de cuatro años (hasta ahora, seis), limita los mandatos presidenciales ados, reduce el poder de un nuevo líder de declarar o prorrogar el estado de emergencia, vigente desde 1981, y, para más adelante, propone una nueva carta magna.

Estas enmiendas han confundido a la población y dividido a políticos y activistas en dos bandos. Por una parte, los partidarios del sí en el referéndum, como los restos aún poderosos del Partido Nacional Democrático, la fuerza de Mubarak, que consideran que no hay que darse prisa en tener una constitución de nueva planta. Y por otra, los que dicen que el referéndum de hoy sólo trata de legitimar el resto de la Constitución con la que gobernó Mubarak.

En el bando rupturista, que pide el no, están los activistas que desencadenaron la revuelta, los partidos de la oposición y dos candidatos a la presidencia: Amro Musa, que abandonará la secretaría general de la Liga Árabe, y Mohamed el Baradei, premio Nobel de la Paz 2005. Una de las quejas de la oposición subraya que lo propuesto prácticamente deja intactos los poderes del presidente, que, según fuentes próximas al proceso, pasarían de ser 85 a 50.

Los militares no tienen prisa para redactar otra constitución, pero sí la tienen para celebrar elecciones legislativas y presidenciales. Y los rupturistas quieren lo contrario. "Mantener la Constitución de Mubarak, aunque sea temporalmente, es un insulto a la revolución", ha afirmado El Baradei. Pero ¿por qué las prisas de unos y otros? Los partidos de la oposición, así como los activistas, consideran que si las elecciones se celebran en el plazo de seis meses, como ha anunciado la cúpula militar, ellos serán los grandes perjudicados. No tendrán tiempo para organizarse y la ventaja será para los miembros del antiguo régimen, es decir, para el ejército y los políticos que se han salvado de la quema del Partido Nacional Democrático, especialista en elecciones cuyo resultado se sabe de antemano.

Los otros beneficiados serían los Hermanos Musulmanes, con una gran experiencia en movilizar a los suyos. Ochenta años de historia les han hecho organizados y cautos. Por eso, porque quieren ser legales, piden el sí y dicen que la constitución debe esperar. A la hermandad se la consideró en los últimos años como el único posible agente del cambio. No ha sido así, ya que en la revuelta no ha llevado la voz cantante, pero ahora sí puede ser decisiva, con sus votos, para que los cambios constitucionales sean aprobados. Y si son rechazados, será un golpe para la cúpula militar: habrá que redactar otra constitución y aplazar las elecciones. Los rupturistas confían en que el resultado no se sepa de antemano.

19-III-11, Xavier Batalla, lavanguardia