´La mochila y la furgoneta´, Quim Monzó

Anteayer, centenares de personas se manifestaron en Barcelona contra la intervención en Libia. La convocatoria estaba organizada por Aturem la Guerra. Salieron de la plaza Catalunya y en Sant Jaume leyeron un manifiesto. Gritaban consignas como "Ninguna guerra es humanitaria", "No más guerras contra el petróleo" y el ya tradicional "No a la guerra".

Dos de los eslóganes intentaban dejar claro que el hecho de estar contra la intervención no significa que estén a favor de Gadafi: "Ni OTAN ni Gadafi, apoyo al pueblo libio" y "Ni tiranías ni ocupación". Lo intentaban porque un somero análisis de esas dos frases muestra el subtexto que las anima. Cabe suponer que el "ni tiranías" de la segunda va por el mismo Gadafi de la primera, pero, lo quieran o no, llamar ocupación a la intervención es tomar partido a favor del tirano, que precisamente agita esa banderita con una mano mientras masacra a los libios con la otra. ¿Es ocupación la ayuda a los rebeldes libios y no lo es mantener un estado dictatorial? Yo diría que esto es más ocupación que lo de los aliados, pero supongo que los de Aturem la Guerra no lo ven así. Debe de ser un problema de gafas, porque estas últimas semanas tampoco debieron de ver cómo Gadafi atacaba al pueblo libio, por tierra y aire. ¿Por qué no salieron entonces a la calle? ¿Han tenido que esperar a ahora, a que el mundo - a pesar de sus vergüenzas petroleras yde suministro de armasaGadafi-haya decidido finalmente actuar? Son muy buenas las declaraciones del portavoz de Aturem la Guerra, que dice que están en contra del ataque a Libia porque "las bombas que caen desde el cielo no distinguen entre militares y civiles". ¿Y las bombas que caen desde el cielo sí distinguen entre militares y civiles si quien las lanza es Gadafi?

Parece mentira que no se den cuenta de hasta qué punto fue grotesca su manifestación dominical. Mientras los sátrapas campan a sus anchas no dicen ni mu, sobre todo si en algún momento los sátrapas se arroparon con banderas más o menos marxistas. Son como el perro de Pávlov; salivan ante un determinado estímulo y, en su caso, el estímulo son los malditos occidentales: Estados Unidos, la OTAN, la Unión Europea... ¿Y lo romántico que es vivir en las nubes? Cuando mi hijo era pequeño y cada día lo llevaba a la escuela y luego lo recogía, estaba en marcha la guerra de Bosnia. Muchas veces coincidía con la madre de otro niño, una mujer joven que decía sentir horror ante aquella tragedia. Siempre proclamaba que teníamos que hacer algo. Y, como yo la miraba con cara de póquer, intentaba enardecerme: "¡Deberíamos coger una mochila y una furgoneta, irnos allí todos y plantarnos en medio de la guerra, para frenarla!". Me repitió la misma frase en diversas ocasiones. ¿De verdad le importaba parar la guerra? Seguro que sí. Pero, sobre todo, lo que le importaba era la mochila y la furgoneta.

22-III-11, Quim Monzó, lavanguardia