´¿Quién, cómo y para qué?´, Pilar Rahola

Si este artículo lo hiciera el estómago, su articulado sería más simple: que se vaya de una vez, a rastras, a caballo, a volandas de sus amazonas, a bordo de los yates amigos, a camello, me resulta igual, pero que se vaya. Que ese dictador que lleva décadas tiranizando a su gente, subido en la tarima de su delirante visión del mundo, desaparezca de una vez del poder absoluto que detenta. Si este artículo lo hiciera el estómago, aplaudiría esta intervención bélica y de paso pediría a esos libertadores de la ONU que se pasearan por otros países que sufren la dentellada mortal de las tiranías. Sin ir muy lejos, Costa de Marfil se desangra en una brutal guerra donde se ha asesinado a centenares de civiles. Pero, ¿a quién le importa Costa de Marfil? Y, sin embargo, ¡qué bien le iría a la aterrorizada población un jinete Sarkozy blandiendo su bandera o una pequeña exclusión aérea para que puedan descansar un poco y enterrar a sus muertos! Y si este artículo lo hiciera el estómago, les hablaría de otras tragedias, de otras víctimas, de otros tiranos, algunos de ellos tan amigos nuestros que se han sentado a nuestra mesa, han repartido su maná, nos han comprado nuestros juguetes de guerra y hasta nos han impuesto su desprecio a las mujeres. Si lo hiciera el estómago, ay, ¡cuánto trabajo tendría Sarkozy, cuántos discursos de bondad humanista haría Zapatero para justificar su implicación en la guerra, cuántas resoluciones colgaríamos en el muro de las buenas intenciones! Pero el estómago no debe escribir artículos y, si lo hace, quiebra el pacto no escrito entre la articulista y sus lectores, ese que obliga a hacerse preguntas más allá de las respuestas prefabricadas que nos llegan como si fueran píldoras de la felicidad. Y las preguntas que no se hace el estómago, son básicamente tres. Primera, ¿quién está dirigiendo este operativo militar que inevitablemente se ha convertido en una guerra abierta contra el ejército libio? De momento la confusión es total, Obama mira para otro lado, Sarkozy domina el Far West, los italianos se quejan, Zapatero descubre su lado bélico y los de la Liga Árabeviven en el limbo del ser o no ser shakespeariano. La segunda pregunta es sobre el cómo. ¿Cómo piensan evitar las muertes civiles que ellos mismos provocarán, cómo evitarán que sea una guerra abierta, cómo conseguirán que sea rápida, etc? Porque de momento al desbarajuste del quién manda hay que añadir la falta absoluta de un plan de acción que incluya el día después de la guerra. ¿O cometeremos el mismo error de Iraq? Y finalmente, ¿para qué vamos a la guerra? ¿Derechos humanos?Pero si los derechos humanos nos han importado siempre un bledo, la prueba es que algunas de las tiranías campeonas se apuntan al bombardeo. No vengan con cuentos. Ni el quién, ni el cómo ni el para qué están claros, pero es igual. Al fin y al cabo somos los buenos.

23-III-11, Pilar Rahola, lavanguardia