ŽEl rey, el emir y el GolfoŽ, Xavier Batalla

La situación actual del mundo árabe no es la de la Europa del congreso de Viena, cuando el austriaco Metternich, una vez vencido Napoleón, diseñó un mapa ultraconservador sin que la calle pudiera complicarle la vida. Pero las monarquías del Golfo permiten hacer algún paralelismo. Arabia Saudí ha enviado tropas a Bahréin para salvar al rey suní que manda en un país de mayoría chií. Y lo ha hecho porque Bahréin pidió ayuda a sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo, una alianza suní creada en 1981 por miedo a la revolución chií de Irán.

El príncipe Klemens Wenzel von Metternich amplió en la Europa de 1815 una alianza monárquica con el propósito de garantizar la continuidad del orden absolutista y reprimir cualquier intento liberal o revolucionario. El enemigo es ahora distinto, pero el Consejo de Cooperación del Golfo, integrado por Arabia Saudí, Kuwait, Emiratos ÁrabesUnidos (Abu Dabi, Achman, Dubái, Fuyairah, Ras al Jaimah, Sharyah y Umm al Qaiuain), Bahréin, Omán y Qatar, tiene el mismo objetivo que la alianza que no fue tan santa: defender el absolutismo ante la calle y el chiismo.

La prensa de Qatar dice que el emir Hamad bin Jalifa al Thani es otro Metternich, el héroe realista de Henry Kissinger, por su vocación diplomática. Con una fortuna de 2.000 millones de euros, el emir, que nada en petróleo, es cinco veces más rico que la reina Isabel II, lo que indica que aún hay clases. Y su emirato no ha enviado tropas para aplastar la revuelta chií en Bahréin, pero sí participa, con armas y bagajes, en la misión internacional contra Muamar el Gadafi. El rey de Arabia Saudí, Abdulah, interviene en Bahréin, pero aún no ha ofrecido respaldo militar al operativo internacional contra Gadafi. El emir pretendería imitar al Metternich que construyó un sistema diplomático que garantizó la paz en Europa; el rey saudí imita al Metternich que nunca quiso a la calle.

Qatar es un caso singular. Mantiene buenas relaciones con Arabia Saudí después de un incidente fronterizo que en 1992 le costó dos muertos, pero también se entiende con el régimen de Damasco, que es la bestia negra de Riad.

Ha firmado pactos de defensa con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia, pero se ha negado a endurecer las sanciones contra Irán. Dio dinero para los damnificados del huracán Katrina, pero ha financiado a Hamas. Y su geografía, aunque reducida (11.400 km2),da para mucho: contiene la base militar estadounidense de Al Udeid - clave desde la década de 1990 en las guerras de Afganistán e Iraq-,es la sede de la cadena de televisión Al Yazira y aloja una misión comercial israelí y una residencia propiedad de Jaled Mishal, el líder de Hamas, que, según The New York Times,pudo llegar a ser vecino de los israelíes.

Qatar era un pedazo de tierra con poco más de 40.000 habitantes, la mayoría pescadores, y ni una sola escuela en 1952, cuando nació el emir Hamad bin Jalifa al Thani. Ahora, los habitantes del emirato disfrutan de una renta per cápita de más de 80.000 dólares anuales, lo que les sitúa en primera posición en el mundo globalizado, por encima de Luxemburgo. Y este Qatar, también singular porque tan sólo uno de cada cinco de sus poco más de novecientos mil habitantes es qatarí, se puede permitir el lujo de invertir 300 millones de euros para capitalizar algunas cajas de ahorros españolas y de pagar otra fortuna para poner en la camiseta del Barça el logotipo de una fundación.

Los petrodólares han hecho del emirato un mediador en Oriente Medio. Pero ahora pintan bastos, y Qatar participa militarmente en la misión internacional para proteger a la población libia. La Liga Árabeallanó el camino cuando pidió la creación de una zona de exclusión aérea en Libia, pero Qatar ha ido mucho más lejos: participa con cuatro aviones, dos de ellos de combate.

No es esta, sin embargo, la mayor contribución qatarí. El emir se siente a gusto cuando le llaman Metternich, pero a diferencia del austriaco, que no creía en la calle europea, su cadena de televisión Al Yazira anima a los rebeldes libios desde una monarquía que se quiere constitucional pero que no tolera a los partidos políticos. Qatar es el fundador y financiador de Al Yazira, que ahora respalda las revueltas árabes contra las autocracias. Y el emir, al que nadie le tose en su tierra, apoya la rebelión de los libios; ha sacado de sus casillas al presidente yemení, Ali Abdulah Saleh, que ha cerrado las instalaciones de la emisora cuando parece estar en las últimas, y en estos tiempos tan revueltos no ha emitido un discurso de Hasan Nasrala, el líder de Hizbulah. Metternich tal vez no lo consideraría muy realista. ¿O sí?

26-III-11, Xavier Batalla, lavanguardia