´Una idea carísima´, Jordi Graupera

Espero que sepan disculparme si mientras los políticos y "agentes sociales" se reúnen en Pedralbes y Bruselas para buscar paliativos a las urgencias de nuestra economía, fantaseo con que España se dé cuenta de que su enfermedad es el nacionalismo. Según el nacionalismo, el progreso llegará cuando la idea de España, su esencia, se complete. España es el destino, no el medio. No crean, esta idea no es tan irracional... para el siglo XIX. Así, durante dos siglos y medio la política institucional, legislativa y de infraestructuras persiguió el ideal. Esta alucinación política no sería un problema si no estuviera hoy vigente. Desde la transición, la política económica de los sucesivos gobiernos ha priorizado con una intensidad nunca vista la España-destino, idea romántica donde las haya, inexistente a la mínima que uno abre los ojos.

El Estado de las autonomías actual, engendro costosísimo, explica inmediatamente el precio que España está dispuesta a pagar para hacer encajar la realidad con sus ensoñaciones. No se trata de solidaridad o igualdad, no: es pura obsesión. Para aguar la diferencia real entre territorios, se creó una diferencia artificial, teledirigida, a partir de instituciones dobladas, ineficientes mecanismos de decisión, caciquismos y populismo. ¿Resultado? Extremadura y las Baleares responden a la misma idea, aunque sean realidades distintas. Y las autonomías pobres siguen siéndolo por el reparto de ayudas sin objetivos rentables y la corrupción. Sólo a un fanático le parecería bien.

Algunos libros publicados en los últimos años, como L´Obertura Catalana, (Carles Boix), Catalunya sota Espanya (López Tena), España, capital París (Germà Bel), La deriva de España (Enric Juliana) e innumerables estudios científicos dan fe de los datos y de las corrientes que han intentado materializar obsesivamente este ideal. Que no exista corredor mediterráneo de mercancías, al tiempo que casi todas las provincias están conectadas a la capital por un deficitario e innecesario AVE, es el paradigma de una política a la que no le importa dispararse en el pie con tal de no aceptar el fracaso de la idea. ¿Resultado? Trenes vacíos a toda velocidad, y mercancías sin medio de transporte. El diseño radial de carreteras, la gestión centralizada de los aeropuertos y fantasías como el Plan E son desastrosas inversiones, con las que España ha despilfarrado los años de bonanza y ayuda europea, a pesar de que eran manifiestamente perjudiciales para todos. Todo había que sacrificarlo a la promesa de unidad nacional y a los beneficios de las élites madrileñas, mezcla de aristocracia burocrática, mercenarios ventajistas y talibanes de la idea, que han sabido aprovechar la ola. ¡Hasta las privatizaciones se hicieron con estos criterios! El coste de España es demasiado alto para su economía porque todas las políticas que reflejan el sueño, la mentira de la igualdad, son torpedos contra su viabilidad económica.

26-III-11, Jordi Graupera, lavanguardia