´La crisis por dentro´, Laura Freixas

Gregoria: "¡Infeliz señor!... Venancio, tenemos que ampararle".

Venancio: "Sí, sí, no salgan diciendo que no es uno cristiano. Díganme luego que no da vueltas el mundo. ¡Qué caer los de arriba y qué empinarse los de abajo!".

Este diálogo de una pareja de campesinos, a cuya puerta llama su antiguo amo, ahora viejo y empobrecido, en El abuelo de Galdós, reúne dos maneras tradicionales de entender el sufrimiento. Una, la caprichosa rueda de la fortuna, y otra, la interpretación religiosa o moral. Son dos filosofías que han convivido a lo largo y ancho del mundo, desde el paganismo de la antigüedad clásica hasta el budismo o el cristianismo. Luego vino Marx y, aunque decretó que Dios no existe, siguió atribuyendo al sufrimiento, por lo menos al que se asocia a la pobreza, una causa (la desigualdad de clase) y una finalidad ética (la desigualdad provoca lucha y ésta alumbrará una sociedad justa).

¿Y ahora? Desde hace tres años, estamos sumidos en una crisis económica que ha hecho caer a los de arriba -algunos- y nos lo está haciendo pasar mal a casi todos. Pero nosotros, a diferencia de Gregoria y Venancio, no sabemos qué pasa. ¿A quién debemos someternos? ¿A la rueda de la fortuna? La idea ya estaba pasada de moda cuando Galdós la pone en boca de sus campesinos, en 1904. ¿A la voluntad de Dios? Ni siquiera quienes creen en él están interpretando el empobrecimiento general como castigo a nuestros pecados. Y si no queremos someternos, ¿contra qué o quién nos podemos rebelar?

A todas estas preguntas parece dar respuesta una película que acaba de estrenarse: Inside job,un documental sobre la crisis. Salimos del cine indignados, pero en cierto modo reconfortados. Indignados por la impunidad de las empresas y de las personas que con su cinismo, su corrupción, su codicia, han provocado desastres gigantescos. Reconfortados porque ahora al menos sabemos quién tiene la culpa. Pero seguimos sin un marco teórico -y sobre todo ético-e n el que situar lo sucedido. Será por eso que los políticos, ejecutivos, consultores… entrevistados en Inside job no sólo no están en la cárcel, sino que siguen en sus puestos, algunos, incluso, ganando más. Porque es triste decirlo, pero no se sabe cuál puede ser la alternativa.

31-III-11, Laura Freixas, lavanguardia