´Armas democráticas´, Lluís Foix

No hay armas democráticas ni armas dictatoriales. Las armas que golpean territorio enemigo no distinguen a soldados o civiles, a culpables o inocentes, a hombres, mujeres o niños. Simplemente destruyen o matan desde la ceguedad de su capacidad destructiva. Las guerras las narran los vencedores y las padecen los vencidos. Llevamos más de un mes de bombardeos de aviones británicos y franceses sobre Libia para evitar que el coronel Gadafi reduzca y elimine a la población que desafía su autoridad.

Los bombardeos se efectúan de acuerdo con una resolución de las Naciones Unidas que no permite la entrada directa en combate de tropas aliadas pero que autoriza "todos los medios necesarios" para impedir que el que siempre ha sido un dictador acabe con la disidencia. En estos días de destrucción sobre Libia no se ha conseguido acabar con las barbaries de Gadafi contra los propios libios ni tampoco se ha acabado con una dictadura de más de cuarenta años.

Cuanto más aguante la ofensiva occidental, más víctimas se van a producir en la población civil. La resistencia de Gadafi es posible gracias a las armas que ha comprado a Occidente en un intercambio de petróleo y gas por lo que se denomina eufemísticamente intereses comerciales y económicos de los países que reciben energía de Libia.

Ha tenido que ser el The New York Times el que informara de que las bombas de racimo que está lanzando contra los rebeldes en el centro de la ciudad de Misurata son de manufacturación española en el 2007, antes de que España ratificara el tratado de Dublín en el 2008, que no fue suscrito ni por Libia ni tampoco por EE. UU.

En el primer semestre del 2010, España exportó más de 730 millones de euros en armas con destino principalmente a Arabia Saudí, Argelia, Egipto, Israel, Libia, Marruecos, Túnez, Irán, Venezuela...

Sería útil conocer la opinión de Carme Chacón sobre el cinismo de salvar a los libios perseguidos por Gadafi, quien, a su vez, utiliza armas españolas para perpetrar esta indecente carnicería. No hablemos ya de los libios que escapan de su país y son devueltos a sus lugares de origen. El retrato de Gadafi que hace Aznar en su libro Retratos y perfiles me produce rubor. Acaba de afirmar en Nueva York que es el "amigo extravagante" y que no había que pararle los pies. Lamentable.

19-IV-11, Lluís Foix, lavanguardia