Bin Laden y la República Islámica de Pakistán - I

- Pakistán, el país de la bomba nuclear islámica
- AFPAK, Afganistán / Pakistán, la guarida de la serpiente 

Se oye en Nueva Delhi que el ISI habría traicionado a su as escondido, en este preciso momento, a cambio de un trofeo todavía mayor: que Afganistán vuelva al área de influencia de Pakistán, en detrimento de India. El eje existencial de la política pakistaní.

Y ya sabemos que el 11-S (aniversario, por cierto, de la muerte de Ali Jinnah, cuya foto no falta en ningún despacho oficial pakistaní) toda la cúpula organizadora de los atentados se encontraba en Karachi...


Abdul Qadeer Khan, el paquistaní creador de la bomba atómica islámica 
y exportador de su tecnología a Irán, Libia y Corea del Nordte.
Condenado y perdonado en Pakistán, donde es un héroe.
 

El pulso - o el ultimátum-debió ser irresistible. Lo había sido, desde luego, quince días antes, para el jefe del ISI, Shuja Pasha, que fue a Estados Unidos para una visita de varios días, pero que decidió regresar a Pakistán nada más pisar el Pentágono, tras una borrascosa entrevista con Leon Panetta, el jefe de la CIA - promocionado a secretario de Defensa-,en oportuna sustitución del último hombre de Bush, Robert Gates. Como en un mecanismo de relojería, Marc Grossman, el nuevo enviado especial estadounidense a Afganistán y Pakistán, iniciaba ayer una visita de tres días a Islamabad...

La Administración Obama sospecha que el líder terrorista, arquitecto de los atentados del 11-S, disfrutó del amparo de elementos de la clase dirigente pakistaní, probablemente en los servicios secretos.

El Ministerio de Asuntos Exteriores pakistaní salió ayer en defensa de los servicios secretos del país (ISI) y manifestó ayer su "preocupación" por una acción unilateral que vulnera su soberanía.

En The Washington Post,el presidente pakistaní, Asif Ali Zardari, calificó de "especulación sin fundamento" la idea de que su país protege a terroristas.

Leon Panetta, jefe de la CIA y secretario de Defensa in péctore, dijo a la revista Time que EE. UU. decidió no avisar a Pakistán con antelación de la operación contra Bin Laden porque hacerlo "habría puesto en peligro la misión". "Habrían podido poner en alerta a los objetivos", añadió.

En el Congreso empiezan a oírse voces que exigen revisar las ayudas a Pakistán, una potencia nuclear en teoría aliada de EE.UU. pero que alberga terroristas y amenaza los intereses estadounidenses en la región...

Una de las esposas y nueve hijos de Bin Laden permanecen bajo custodia en Pakistán, pendientes de interrogatorio, tras haber quedado descolgados del traslado de víctimas y detenidos que siguió al operativo contra el líder terrorista. Uno de los helicópteros, posiblemente un MH-60 Sea Hawk, fue abandonado en el lugar "por problemas mecánicos", según las explicaciones de un miembro de la inteligencia pakistaní a la agencia Reuters. La misma fuente aseguró que en el resto de los helicópteros, donde las fuerzas de Estados Unidos transportaron el cadáver de Bin Laden y a varios acompañantes detenidos, no quedó espacio para los familiares. Entre ellos está una hija de 12 o 13 años que presenció cómo los soldados de las fuerzas de élite estadounidenses mataban a su padre. La niña figura entre las personas que confirmaron la muerte de Bin Laden ante las autoridades pakistaníes. Una vez sean interrogados, los miembros de la familia serán conducidos a sus países de origen y no a Estados Unidos, de acuerdo con las leyes de Pakistán, indicó la fuente. La revelación de que Bin Laden se hallaba refugiado desde hacía años cerca de un cuartel militar amenaza con empeorar las relaciones de Estados Unidos con este país asiático dotado de armamento nuclear. El hecho suscita además la pregunta de cómo es posible que Bin Laden viviera cómodamente tan cerca de Islamabad (a 56 kilómetros). El propio oficial de inteligencia pakistaní admitió que tales circunstancias les hacen parecer "como un tonto o un idiota...". "Es bastante embarazoso", añadió, aunque recordó que tampoco Estados Unidos había tenido mucha "suerte" en su búsqueda de Bin Laden durante diez años...

nadie corrigiera al jefe del ejército, Parvez Kayani, cuando visitó Abbottabad hace dos semanas y proclamó que le estaban "partiendo el espinazo al terrorismo". Lo dijo a pocas manzanas del espacioso escondrijo habilitado por los suyos para que Osama bin Laden pudiera leer el periódico y burlar a los drones, que en el 2005 empezaban a hacer acto de presencia en la frontera.

En la Terra Baixa de Islamabad el ejército puede simular su sujeción al poder civil, pero de ninguna manera en la ciudad que acoge a la más prestigiosa academia de oficiales del país, además de todo un regimiento. Y, como señalaba ayer un ex director de la inteligencia india, buenos hospitales castrenses, imprescindibles para un paciente con problemas renales llamado Bin Laden.

Los pakistaníes son un pueblo dado a las teorías conspiratorias, consecuencia directa de décadas de golpismo. La cúpula militar y civil repetía ayer la línea oficial de que la operación fue ejecutada netamente por EE. UU. (quizás para evitar su suicidio político). Pero nadie se lo toma en serio, dada la celeridad con que la zona fue acordonada. Varios medios sostienen que los marines salieron de una base aérea cercana - no afgana-yque un avión norteamericano de reconocimiento sobrevoló la zona durante varias horas antes y después del asalto. Y la televisión, donde las tertulias están copadas por militares retirados, no clama contra el doble juego del ejército, sino contra los atentados a la soberanía del país.

El hecho de que el cadáver sea pasto de los peces sin que nadie lo haya visto alimenta las especulaciones. El ex director del ISI, Hamid Gul, afirmaba ayer que Bin Laden lleva años muerto. Real o virtual, su cadáver ofrece a EE. UU. una retirada con honor de Afganistán, en una guerra que no parece tener solución militar.

Sin él de por medio, no faltarán supuestos talibanes moderados con los que firmar la paz.

En India pocos dudan de la muerte, como no dudan de la habilidad del ISI para hacer caja. Se oye en Nueva Delhi que el ISI habría traicionado a su as escondido, en este preciso momento, a cambio de un trofeo todavía mayor: que Afganistán vuelva al área de influencia de Pakistán, en detrimento de India. El eje existencial de la política pakistaní.

Para sorpresa de muchos, las calles pakistaníes no se han visto invadidas por muestras de solidaridad hacia Bin Laden, como sin duda habría ocurrido cinco o diez años atrás. La excepción ha sido la pastunizada Quetta...

"¿Qué más necesitamos para declarar a Pakistán como estado terrorista?". Salman Rushdie lo verbalizaba ayer, pero muchos estadounidenses se lo deben estar preguntando, después de tantos años haciendo la vista gorda con su proliferación nuclear o su patrocinio del yihadismo...

Ni en la cueva de un eremita, ni entre fieros pastunes, ni en el fondo del mar. Hasta ayer mismo Osama bin Laden vivió plácidamente en una mansión amurallada, en la localidad castrense y de recreo de Abbottabad. A unos cientos de metros de la Academia de Oficiales y a muchos cientos de kilómetros de las zonas tribales bombardeadas por la CIA. Se confirma así que el terrorista más buscado del mundo encontró cobijo bajo los bigotes del mismo ejército de Pakistán, al que Estados Unidos paga más de mil millones de euros anuales para combatir a Al Qaeda.

Que Bin Laden podía estar bajo la protección de la inteligencia militar (ISI) era un secreto a voces, entre periodistas pakistaníes, desde hace años. No en vano el cerebro del 11-S, Jalid Sheij Mohamed, había sido capturado cerca del cuartel general del ejército, en Rawalpindi. Incluso Abbottabad ya había servido de refugio a dos dirigentes de Al Qaeda, un libio y un indonesio, ambos capturados. Y la propia Hillary Clinton exclamó a mediados del año pasado que miembros del Gobierno de Pakistán debían conocer por fuerza el paradero de Osama bin Laden.

La residencia del sanguinario islamista fue construida en 2005, bajo la dictadura de Pervez Musharraf y, según delata su arquitectura, a la medida de sus necesidades. Sin embargo, todos los dirigentes de Pakistán, desde el general Musharraf hasta el presidente Zardari, han afirmado por activa y por pasiva que Bin Laden no se encontraba en su territorio. Por lo que ayer la cúpula militar y civil, en reunión conjunta, tardó doce horas en manifestarse, con circunspección, sobre la bomba informativa que le había estallado entre las manos.

No es un secreto que las relaciones entre Estados Unidos y Pakistán están en uno de sus momentos más bajos, aunque el alineamiento entre ambos países parece inquebrantable, con dictadura o democracia, desde los años cincuenta. Wikileaks reveló la semana pasada que, en Guantánamo, la proximidad de un prisionero al ISI era considerada por los interrogadores norteamericanos como algo tan alarmante como la pertenencia a Al Qaeda. Y ya sabemos que el 11-S (aniversario, por cierto, de la muerte de Ali Jinnah, cuya foto no falta en ningún despacho oficial pakistaní) toda la cúpula organizadora de los atentados se encontraba en Karachi.

Ysi entonces los protagonistas fueron cuatro aviones, ayer fueron cuatro helicópteros de la Marina de Estados Unidos los que fueron a por Bin Laden. Para asaltar la fortaleza en una ciudad-guarnición, debieron contar con la aquiescencia del hombre fuerte de Pakistán, el general Kayani, que posiblemente se vio acorralado ante las visitas consecutivas - en menos de una semana y hasta el pasado lunes-de todos los pesos pesados del todopoderoso ejército de EE. UU. Michael Mullen, jefe del Estado Mayor de todos los ejércitos; Martin Dempsey, jefe del Estado Mayor del ejército y, finalmente, el general Petraeus, jefe de la ISAF y ahora de la CIA, recibido en una base aérea desde la que sobrevoló objetivos no revelados con el propio Kiyani.

El pulso - o el ultimátum-debió ser irresistible. Lo había sido, desde luego, quince días antes, para el jefe del ISI, Shuja Pasha, que fue a Estados Unidos para una visita de varios días, pero que decidió regresar a Pakistán nada más pisar el Pentágono, tras una borrascosa entrevista con Leon Panetta, el jefe de la CIA - promocionado a secretario de Defensa-,en oportuna sustitución del último hombre de Bush, Robert Gates. Como en un mecanismo de relojería, Marc Grossman, el nuevo enviado especial estadounidense a Afganistán y Pakistán, iniciaba ayer una visita de tres días a Islamabad.

La pregunta del millón ahora es si el líder de los talibanes afganos, el Mulá Omar, se encuentra en el acantonamiento militar de Quetta (Pakistán), tal como murmura la sabiduría popular y hasta algún que otro diplomático harto del doble juego pakistaní. Y sobre todo, si el jaque a Bin Laden acerca un final de partida en Afganistán menos desfavorable para Washington del que se avistaba hace apenas dos días. India ya se frota las manos, aunque teme ser objetivo de una represalia terrorista.

Aunque se temen represalias, la reacción en Pakistán era ayer moderada, algo favorecido por la racanería de imágenes del icono que ha terminado yéndose del mismo modo en que vivió durante los últimos años, como un fantasma, excepto para aquellos que lo han protegido, que son los que ahora acusan el golpe.

3/4-V-11, J.J. Baños/M. Bassets, lavanguardia