´Que suenen los sonajeros´, Quim Monzó

Hará cosa de dos meses el hospital La Fe de Valencia culminó el proceso de traslado desde las antiguas dependencias en el barrio de Campanar a las nuevas en el Bulevar Sur. La prensa recogía entonces la noticia con titulares como "Un traslado ejemplar", que fue el que utilizó ABC. En su página web, el hospital dice sentirse orgulloso de ser "el principal proyecto sanitario de las últimas décadas en la Comunidad Valenciana", de haber contado "con un presupuesto de más de 383 millones de euros" y de ser "uno de los mejores hospitales públicos de Europa". Habla de sus habitaciones ("mil camas y habitaciones individuales: más comodidad para pacientes y acompañantes") y de su tecnología de vanguardia ("más de 120 millones de euros destinados a equipamiento tecnológico de última generación"). A saber: 36 ecógrafos, 39 quirófanos (6 inteligentes), 14 equipos de radiología convencional, 2 densitómetros, 6 equipos de resonancia magnética, 2 mamógrafos digitales, 6 TAC, 3 aceleradores lineales, 16 arcos radioquirúrgicos, 2 gammacámaras, 5 angiógrafos digitales, 1 PET-TAC, 2 SPECT-TAC... Y, así, diversas maravillas más.

Es un despliegue tecnológico que contrasta con la realidad a la que, desde el traslado, se enfrentan los médicos y los usuarios del hospital. Hacen extracciones en el nuevo La Fe, pero tienen que llevar a analizarlas al antiguo, al de Campanar. En el hospital hay luces, pero se pasan toda la noche encendidas porque, como los que las instalaron no pusieron interruptores, no las apagan. Los helicópteros tienen que aterrizar en el helipuerto del antigua hospital, meter a los enfermos en una ambulancia y trasladarlos al nuevo atravesando la ciudad. (Y si un paciente llega en helicóptero a un hospital, es que se trata de una urgencia...) Otro detalle sabroso: en la unidad de quemados -una unidad ejemplar, que precisamente ha convertido a La Fe en hospital de referencia en la atención a quemados y grandes quemados-, las bañeras que han instalado son pequeñas y estrechas, e imaginarán ustedes lo importantes que son las bañeras para los quemados. ¿Cómo van a sumergirlos en ells si son chiquitas? La última maravilla -al menos, de momento- se da también en esa unidad. Resulta que los pacientes no tienen timbres para, si necesitan algo, llamar al personal. La prensa valenciana explica el caso: "Ante esta situación, los sanitarios de la unidad han improvisado una especie de sonajeros para que puedan llamarles, según ha denunciado el sindicato de enfermería Satse. El curioso utensilio está elaborado con un envase de recogida de orina para análisis. En el pequeño recipiente introducen los taponcitos que se quitan de los goteros. De esta manera, agitando el pequño artefacto, producen un ruido que permita que el personal les oiga y así pueda acudir cuando les llaman".

Berlanga no sólo nació en Valencia sino que, generoso como era, dejó un montón de películas por rodar. Alguno de los cineastas que lo reconocen como maestro debería empezar por esta.

IV-11, Quim Monzó, magazine