´Codicia o fracaso´, Xavier Batalla

Los tiempos que corren son tiempos de rescates. En Europa les ha llegado la hora a Grecia, Irlanda y Portugal. Pero antes de estos rescates ha habido otro tipo de rescates, y no sólo en Europa. En Estados Unidos, origen de la crisis financiera abierta en el 2008, la riqueza de las familias estadounidenses se redujo el año del gran estallido en once billones de dólares, cantidad semejante a la producción anual y conjunta de Alemania, Japón y el Reino Unido. Pero los rescatados fueron las entidades financieras.

Uno de los casos más interesantes fue el protagonizado por American International Group, una gigantesca aseguradora que se arruinó por las inversiones de riesgo. Fue rescatada con dinero público, pero la compañía pagó más de 160 millones de dólares en concepto de primas a los ejecutivos que habían provocado el desastre. El asunto desató la ira ciudadana. Y el 18 de marzo del 2009, el New York Post abrió su edición con este titular: "No tan deprisa, bastardos codiciosos". El Congreso estadounidense, temeroso por la suerte del sistema económico, acabó aprobando el empleo de dinero público para el rescate.

¿Bastardos codiciosos? Michael J. Sandel, filósofo político de Harvard, combate acertadamente la idea de que los ciudadanos se enfurecieron a causa de la codicia de los ejecutivos. Para explicar la ira ciudadana, el vicio de la codicia ha servido para todo. Pero Sandel, autor de Justicia. ¿Hacemos lo que debemos?(Debate, 2011), un magnífico libro que en Estados Unidos se editó en el 2009, tiene una visión distinta del porqué de la furia de una población que vio evaporarse en la aventura buena parte de sus ahorros.

Para Sandel, la verdadera objeción de los estadounidenses a las primas pagadas a los ejecutivos - así como al rescate de las entidades financieras-no es que recompensaran la codicia, que sin duda la hubo, sino que premiaban el fracaso. El problema con la acusación de codicia, dice Sandel, es que no distingue entre las primas pagadas a los ejecutivos después de la crisis y las primas pagadas en los tiempos en que brilla el sol.

Una clara diferencia entre las dos primas es que las primeras - las de la crisis-se materializaron con dinero público, mientras que las pagadas en tiempos boyantes procedieron de los beneficios empresariales. Pero, si se pretende hacer lo que deberíamos, estaremos de acuerdo con Sandel en que tanto en un caso como en otro el vicio de la codicia es el mismo. ¿Por qué entonces se enfureció el ciudadano estadounidense? Porque los ejecutivos, con la misma codicia de siempre, habían fracasado, lo que le diezmó sus ahorros. Barack Obama ya lo advirtió el4de febrero del 2009: "Lo que saca de sus casillas a la gente -y es justo que así sea- es que se recompense a unos ejecutivos que han fracasado".

15-V-11, Xavier Batalla, lavanguardia